Los hábitos son generadores de inercia en los contenidos mentales, pero al abordar al ser humano como un contenido más, es fácil concluir que lo que fundamentalmente “es” como individuo está constituido por sus hábitos más arraigados que se manifiestan de vida en vida, que en sánscrito son llamados vasanas y samskaras.
Todo individuo tiene sus propios vasanas, cada quien posee los suyos. En mi caso el vasana más arraigado es el de ser pedagogo y mi mayor inercia sería la de estar en el presente. Siguiendo el principio de conservación, los vasanas no se pueden diluir aunque sí transformarse unos en otros; no se puede querer eliminar un vasana y pretender que no quede nada. En cualquier caso quedaría, por ejemplo, el vasana de querer destruirlo. En realidad, lo único que puede consumirlos es el samadhi, ya que un vasana siempre vive en relación a otro contenido. Basta eliminar el nexo de causalidad (el “yo” en toda apreciación), y no queda nada que diferencie a observador y observado, solo la apreciación profunda de ser realmente Brahman. El samadhi diluye el nexo que relaciona egoicamente los contenidos y logra hacer perder toda posibilidad de asociar nombres y formas como entes diferenciados. Dicha diferenciación es pura ilusión, es maya, lo único real es Brahman, es decir, la realidad de un objeto no-diferenciado de quien lo conoce.