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Tu «yo» no es un enemigo al que haya que destruir

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El «yo», en la No-dualidad, no posee la identidad ni los límites con los que solemos advertirlo en otros estados de conciencia como Observación, Pensamiento o Sueño. En estos tres últimos estados existe un tipo de identidad en los que se presume un testigo que induce un peculiar sentido de individualidad. Esto es, el «yo» se advierte como diferente a lo conocido. En la No-dualidad no ocurre esto. El «yo» no se advierte diferenciado de lo que no es «yo».

Podríamos decir que el «yo» existe no-diferenciado del resto de información de la cognición, pues al captarlo se nota él y también simultáneamente el resto de la información del campo.

Nada muere, ni la luz en los ocasos ni la oscuridad por el alba. Tu creencia de cambio nace de la forma en que interpretas lo que conoces. Según coloques las fichas del tangram, construirás una u otra imagen. De igual manera, según sea la presencia y relación entre conocedor y conocido, advertirás un mundo con información similar pero con diferente nivel de realidad. Advierte cómo un edificio que observas cuando duermes se parece tanto a la imagen vespertina que ves de él al viajar a tu oficina. Sin embargo, ambos edificios, el onírico y el vigílico, poseen realidades diferentes.

Tu «yo» no es un enemigo al que haya que destruir. Él es el sentido de personalización que hay en tu mente cuando conoces. Cuando vendes algo de tu propiedad te despersonalizas con respecto a ese algo cuando recibes el dinero y entregas el bien al comprador. En este caso no mataste al «yo», simplemente te despersonalizaste de un objeto que era de tu propiedad.

Al entrar en No-dualidad, simplemente despersonalizas tu mente y tu cuerpo pero, en vez de morir, todo evento sigue existiendo de manera simultánea. La conciencia adopta la forma de continuo y deja de verse asociada a una individualidad. La conciencia pasa de asumir la condición puntual de lluvia a expresarse como el fluir en forma de continuo como en un río.