Una sociedad se basa en una serie de reglas y en el mantenimiento de ellas. La principal de ellas es que el bien común ha de prevalecer sobre el bien individual, porque solo así es posible construir una sociedad. Y lo que sirve al bien común finalmente se convierte en convención, en ortodoxia, en leyes, es decir, en tradición.
Es el mantenimiento de las tradiciones lo que permite en principio la estabilidad y desarrollo de una sociedad. Sin embargo, son esas mismas tradiciones las que terminan convirtiéndose en un elemento que limita al propio colectivo impidiendo su crecimiento y, sobre todo, impidiendo su adaptación a las nuevas condiciones que inevitablemente se presentan con el correr de los tiempos. Así, todas las culturas han sido cíclicas. Se da su nacimiento, su expansión y, a partir de un punto, un decaimiento más o menos acelerado. Casi ninguna cultura ha sido capaz de sostenerse en el tiempo con base en una capacidad de adaptación y transformación. Y esto debido a una razón muy simple: la tradición siempre está muy unida al poder, y generalmente quien ostenta el poder no quiere deshacerse de él, bajo la premisa de que la tradición es más importante que cualquier otra circunstancia. Así, todas las culturas son cíclicas porque las leyes que hacen que crezcan las grandes civilizaciones terminan finalmente estrangulándolas y provocando su desmoronamiento.
Pero, como siempre, este fenómeno no está desligado de lo que ocurre a nivel individual. Las certezas que de una u otra forma nos construyen son las mismas que impiden que podamos dar un cambio. Las pautas que se nos transmitieron, muchas de ellas en forma de miedos, culpas e inquietudes, se convierten en prisiones que nos impiden procurar un cambio, un nuevo rumbo a nuestras vidas cuando es necesario.
Nosotros, desde el Advaita, planteamos que lo más inteligente no es atenerse a los dictados de una tradición, sea esta cual sea. No planteamos dogma ni ritual alguno con respecto a algún tipo de acción específico. Asumimos que lo más inteligente es dejar que lo inteligente funcione, y lo inteligente funciona más cuando el sentido de yoidad que está inmerso en la acción se desvanece. A partir de ahí se genera una respuesta diestra, más ágil, más grácil, una respuesta dotada de una ética espontánea, natural, a la que le sobra la tradición como mecanismo a través del cual se establece una forma de actuar.
La única opción inteligente que se tiene es responder detalle a detalle ante el prarabdha karma. Todos tenemos que responder ante los eventos que emergen de forma espontánea en nuestra propia vida. No tenemos más opción inteligente que esa. Nuestra vida es un conjunto de respuestas ante eventos que han sido generados por un cúmulo de causas previas, y la única opción ante eso es un acto inteligente, diestro, entendido como reacción exenta de sentido de yoidad.
Por eso ninguna tradición como tal es válida, porque la acción por sí misma no vale, vale la actitud con la que se realiza la acción personal y grupal.