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Todo puede contenerlo todo

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La visión más maravillosa que reclama atestiguar la Meditación es que no hay secreto alguno; que el universo es la sustancia de la Conciencia y del Amor, y que la vida solo tiene sentido cuando se encuentra la Libertad.

No solamente la devoción puede ser el intermediario hacia la No-dualidad. Sin importar qué objeto distingas, adviértelo continuamente desde el presente. El continuo presente detonará la experiencia suprema de la No-dualidad y será ésta quien revele qué es lo Real.

La viva integración que produce el saber es finalmente un acto amoroso. Toda integración amorosa es indudablemente un acto de saber. Allí, en las regiones que la Meditación ofrece, Saber y Amor son nombres que se otorgan a las mismas cosas.

Es posible vivir en ese estado y seguir viviendo en un cuerpo, pero son muy pocos quienes lo logran. Son los iluminados de la tradición budista o los jivanmuktas de la tradición Advaita quienes ondean el estandarte de la Libertad total. Normalmente para vivir en este estado y, a la vez, soportar un relacionamiento social, es menester poseer un sistema nervioso de tal envergadura que la mayoría de maestros prefieren, ante la carencia de dicho don, permanecer aislados en sitios apartados sin contacto humano.

Son meses o años de una extraña borrachera, en la que el sistema nervioso se adapta paso a paso a reconocerse y a reconocer el entorno de forma simultánea. Los límites de los objetos, que cualquier persona fácilmente detecta a través de la vista o el tacto, se convierten en olas que no acaban de permanecer fijas. El espacio cobra una inusual textura que a veces consume a los objetos y se confunde en ellos. El tiempo se abre y permite ser leído a través de las páginas del pasado o del futuro con la misma facilidad que en el presente.