A partir de un umbral, todo hábito alimentado cobra una dimensión propia, una especie de inteligencia que lo lleva a intentar subsistir por sí mismo y a cobrar una cierta consciencia de su propia identidad, induciendo en la persona la necesidad de pensar en él para así alimentarlo.
Alguien dijo en cierta ocasión que una idea, aunque sea tonta, si es repetida el suficiente número de veces inevitablemente se convierte en dogma. Ese es el principio que rige la publicidad hoy en día: los mensajes publicitarios se hacen presentes en todo momento, impactan incesantemente al punto que obligan a pensar en ellos cuando adquirimos un producto. Algo similar ocurre con un samskara: obliga a la mente a pensar en él para alimentarlo y permitirle adquirir su propia identidad. Cuando este proceso de refuerzo excesivo ocurre, da paso al catálogo de obsesiones, neurosis y manías que derivan a un punto psicótico, donde incluso terminan por disociar la mente creando trastornos bipolares hasta llegar eventualmente a diversos tipos de esquizofrenia.