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Todo es cuestión de certeza

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La sabiduría no está en la posesión de saber cosas; la sabiduría está en que la mente no pregunte cosa alguna. En la medida que la mente posee menos dudas, surgen comprensiones que finalmente decantan en la sabiduría. Desde una actitud sabia es posible conectar con el mundo y responder de una forma natural, lo que lleva finalmente a no apropiarte yoicamente de las acciones que realizas. Las personas se sienten felices apropiándose de la acción y recolectando los frutos que con ellas puedan conseguir en el futuro.

No hacemos parte de una cultura que propenda al amar por amar, el querer por querer o el saber por saber. Al saber siempre se le adosa competitividad, desde la escuela hasta la universidad. Del sentir podríamos decir lo mismo: nacen la envidia, los celos y la competitividad. No sabemos amar sin apetencia de fruto, sin egoísmo. Nuestra mente todo lo quiere poseer. La libertad radica en no dudar continuamente.

¿Cuándo no dudas? Cuando una certeza de la realidad o de ti mismo es tan inmensa que el acontecer cotidiano no te desvía de esa certeza. Por ejemplo, tienes una certeza: quieres ayudar a las personas. Por más que traten de convencerte en el trabajo que ello no tiene sentido, tu certeza prevalece sobre todas las demás opiniones. Cuando tienes la certeza de que existes como algo infinito, o cuando tienes la certeza profunda de que eres inmortal, entonces los pensamientos no pueden abatirte y sumergirte en el pozo de la duda. Todo es cuestión de certeza. Y al final certeza es tan solo no fluctuar en la duda. Certeza es no dudar. Certeza es permanecer asertivo ante los extremos finales y previos a la fluctuación.