No existen palabras, no existen puntos de comparación en la mente para aquella vivencia que perdura más allá del tiempo y del espacio, donde las fronteras de “nombre” y “forma” son inexistentes. Gozo supremo le es dado al meditador que, logrando el silencio mental, rasga los velos de la ilusión y se lanza al encuentro del abismo “sin forma”, cuyo sustento es la Conciencia Pura No-dual, cuyo sostén es el Presente y su esencia es la Existencia sin límites y la Bienaventuranza Absoluta.
Ni el sacrificio, ni las mortificaciones físicas o mentales sirven de moneda de trueque para comprar la anhelada libertad interior. Tampoco la tenencia de poderes psíquicos (siddhis) acerca a la “maravillosa visión”. Los poderes psíquicos suelen emerger de manera espontánea con el transcurrir de meses o años de prácticas. Sin embargo, no existe una condición de relación entre ellos y una vivencia clara, real y coherente de la realidad No-dual.
Puedes creer en cualquier modalidad de divinidad, pero mientras meditas obvia recordarla, evita interpretar mentalmente tu realidad. Impide que tu mente quede atrapada en los dorados hilos de los pensamientos cuya raíz procede de la rememoración del pasado; inclusive de los pensamientos de naturaleza divina, pues no son más que una expresión dulce del amargo veneno que la mente, a través del “yo”, bebe en los variados e impermanentes estados duales de conciencia.
No busques apoyo mental alguno. Tú ya existes y, además, sabes que existes; eso es suficiente. Tienes lo necesario para el encuentro con la No-dualidad: posees el don de Ser y Saber; nada más requieres. Simplemente, fluye siendo Aquello que siempre has Sido; no lo tiñas de género, profesión, anhelo o caracterización alguna de cognición. Tan solo fluye Siendo y Sabiendo que Existes, sin tener que interpretarlo, relacionarlo, inferirlo o compararlo con cualquier contenido evocado.