Artículo redactado por Ane Uriarte y revisado por Sesha.
Como bien enseñó Buda, el ser humano está engullido por el dolor y el sufrimiento sin importar qué acción realice o cuál sea la causa de ello. La razón de tanto conflicto radica en Tanha, el deseo de ser, la sed de existir como un «yo», una evidencia que el ser humano experimenta a diario.
El «yo» pareciera que tuviera continuidad, que fuera algo sustancial, pero basta caer en estado de Concentración o expresarse mediante alguna Habilidad propia para advertir que la identificación ante las inquietudes y certezas que se tienen habitualmente desaparecen y dan paso a expresiones mentales más equilibradas, más estables. Afirmamos entonces que quien sufre es el «yo», entre otras cosas porque su naturaleza le impide anclarse en certezas permanentes, en verdades inamovibles que lo sostenga frente a las invitaciones de aprendizaje y transformación que la vida trae.
Son muchas personas quienes ansían obtener respuestas o herramientas para gestionar sus inquietudes personales, sin embargo, en todas ellas hay un denominador común: la ausencia de certezas estables que las sostengan interiormente.
Dicho esto, pareciera que una de las salidas interesantes para enfrentar el dolor y el sufrimiento pudiera ser encontrar y afianzar algo que sea permanente, una eterna certeza que sirva como pilar en el que apoyarse con calma y ecuanimidad cuando el viento golpea ya sea a favor o en contra.
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La tradición oriental plantea una bella condición que la mayoría de seres humanos desconoce de sí mismo y es saber cuál es el propio Svadharma.
Se dice que el Svadharma supremo de todo ser humano es lograr la Liberación mediante la absoluta desidentificación del «yo» en las acciones que realiza y desligarse de una vez por todas de la cadena de muertes y renacimientos, desligarse de la rueda del Samsara.
Pero más allá de esto y llevando esta cualidad a algo más cercano y terrenal, el Svadharma es la Habilidad de las Habilidades que rige y agrupa otras que nos acercan a la tan anhelada Libertad mediante acciones cotidianas.
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El individuo no elige el Svadharma, el qué hacer supremo, el Svadharma lo elige a él y para ello lo dota, ya desde el primer aliento de vida, de diversos impulsos que brotan de una motivación intrínseca que lo llevan a actuar sin «yo» en la vida cotidiana, pero con absoluta confianza.
Son pocos años que descubrí el mío y he de decir que esto no solo dio sentido a mi existencia, sino que además me sirve de sostén cuando pierdo el aliento por vivir.
Mi Svadharma tiene que ver con facetas filosóficas dispuestas para caminar junto con el grupo humano hacia la salida del sufrimiento y el reencuentro con la Libertad.
Para ello, el prarabdha karma me dio la capacidad pedagógica, la Intuición y la reflexión como habilidades que me sitúan en entornos absolutamente eficientes, absolutamente desprendidos del «sentido protagónico». He podido comprobar que cuando estas habilidades se expresan fluyo por un mar ilimitado de respuestas cognitivas y comportamentales absolutamente naturales y sin esfuerzo y lo que finalmente queda como huella, es una sensación de gozo interior, de exaltación, de percibir cada instante perfecto, de Libertad total que sirve como referencia y me ayuda a levantarme una y otra vez cuando el «yo» entra en duda y pierde el gusto por vivir.
Esto nos invita a emprender un camino hacia al autoconocimiento, hacia el conocimiento del propio Svadharma pues esto es el regalo divino de poseer una certeza permanente que arraiga a la vida siempre y que tiene un carácter sagrado solo porque nos acerca a la Libertad.
*Imagen de cabecera: Igor Arzuaga