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Sed de vida

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Hay un momento, en la Concentración Interior, donde la mente inicia una ruptura en sus procesos y la memoria inconsciente se empieza a abrir paso. Este instante suele ser vertiginoso y está acompañado de un temor instintivo que lleva a pensar en dejar de existir como un «yo».

El budismo tiene una palabra que encaja perfectamente con esta situación. La llaman tahna, la sed de vida, el impulso instintivo que lleva a existir como un «yo».

En los límites que de la Concentración acercan a la Meditación es frecuente enfrentarse con tahna, la base instintiva que produce el sentido de individualidad. Cuando ello ocurre, emerge un sentido instintivo de protección hacia lo individual que impide el salto a la disolución final.

Dicho miedo se expresa a veces como una terrible taquicardia, o simplemente el terror de saltar a un inmenso vacío desconocido, que finalmente llega a traducirse como miedo a morir.

¿Y qué hacer? La comprensión respecto a tu naturaleza infinita debe estar completamente establecida, si no, el instinto que conforma la base de tu propia individualidad propiciará la pérdida del estado No-dual logrado, llevándote de nuevo a la fantasía y a la imaginación.

Tienes que tener el suficiente viveka, discernimiento metafísico, para aceptar y asumir que tu naturaleza esencial está más allá de la simple comprensión racional. Los terrenos de tu Realidad, en verdad, están construidos bajo cánones de simpleza y elegancia absolutas. Asumir que la conciencia es un continuo de saber No-dual, y comprenderlo a ciencia cierta, te abre las puertas a las regiones de la Meditación. De no ser así, tu temor a lo desconocido y a la pérdida de tu propia individualidad te impedirán saltar al inescrutable universo donde lo absoluto campea por doquier.