Reconocerse en todas las partes de todos los todos implica un acto de integración solo imitado por el amor. La bienaventuranza absoluta se expresa como la integración de todo lo existente. Oleadas de amor se detectan como causantes del fuego que otorga la vida a todo lo creado y se expanden en todas direcciones avivando la llama de la existencia.
Todo secreto se revela y todo arcano se hace conocido. No falta ni sobra nada, todo es tan simple como complejo. Desvanecida la mente como nube que el viento deshace en jirones, el universo entero se convierte en la habitación donde la vida se crea y se consume a sí misma.
No hay donde ir, no hay donde regresar. La potencia de la vida es contenida por la fuerza de los infinitos que la conforman. Allí convive lo eterno junto con los demás infinitos de toda especie y rango. Cada categoría de sustancia se aprecia como un contenido de conciencia infinita que, aunque existente, no se diferencia de las restantes, también existentes.
Lo único cercano a describir tal experiencia es el llanto del místico. El silencioso llanto da testimonio de un universo interior más allá de todo ser humano.