El gran ancla que tiene el ser humano, el que lo lastra de manera continua, es la mente. Más allá de ella, la única y verdadera libertad del ser humano radica en reaccionar sin historia ante el presente que acontece. Mientras no reaccione en el presente de manera espontánea, generará karma. Este karma es precisamente el elemento determinante de la configuración del cuerpo, del prana y de la mente. Cuando el cuerpo decae y llega la muerte, todo el conjunto de intencionalidades converge y se materializa en una condición física, energética y mental adecuada a los entornos externos donde nuevamente nacerá. Es a todo este proceso al que los antiguos hindúes llamaron samsara, la rueda de muertes y nacimientos.
