Estudiante: Tengo entendido que existen samadhis de “cabeza” y de “corazón”. ¿Podría profundizar un poco en este tema?
Sesha: Hay veces que la práctica interior se desliza hacia la Concentración, lugar donde emerge un insondable mar de silencio no-dual, parecido al hecho de escuchar nevar, donde hay un silencio total gracias a que los copos de nieve absorben toda vibración. El estado de Concentración madura progresivamente si es continuo, deslizándose al abismo de la quietud total. Es como penetrar en una masa ilimitada de acero y hacer parte de su estabilidad y homogeneidad. Allí, en ese mar constituido de nada, suele aparecer el tenue pulso que avisa de la cercanía de la Meditación. Entonces la percepción deviene en masa infinita e ilimitada de comprensión, una masa profundamente equilibrada hecha de un saber que sabe, un saber sin duda, un saber sin límites. Ahora ya no es como escuchar nevar en un solo sitio sino en todos los lugares existentes. Ese inmenso silencio irrumpe en forma de comprensión, de saberse existiendo. Deslizarse en esa inconmensurabilidad y ser testigo de todos los silencios en todos los lugares constituye un samadhi al que eventualmente se le dice “de cabeza”, porque lo que se advierte fundamentalmente es comprensión, saber.
Hay, sin embargo, otros samadhis de los que podríamos decir que son atronadores, porque se produce una explosión. El corazón eclosiona porque no puede sostener la intensidad del sentir que se expresa en ese instante, pues el amor que emerge es impresionante, total. Empiezan a advertirse las identidades de todo lo existente. Por ejemplo, empiezan a notarse las gotas de todas las lluvias, y esas gotas se traducen en los infinitos mundos que hay en ellas, siendo así que todo ello es simultáneo y se percibe a un mismo tiempo. Conocer eso es abrumador, pero lo que aterra, lo que maravilla es una especie de magnificencia de asombro a la que podemos llamar “Amor”, por la forma en que allí se integran todos los eventos. La persona siente que explota su corazón; se produce una aniquiladora eclosión en su interior. Desde ahí se entiende a los místicos en su anhelo, en su necesidad de Dios entendido como la profunda condición de Amor absoluto que se advierte en todas las cosas, integrándolas bajo la ligazón de la bienaventuranza.
Así, entonces, y en función de cómo sean las sensaciones de tránsito a la Meditación, se suele hablar de “cabeza” o de “corazón” en función de que sea el aspecto “Sat-Chit” o el “Sat-Ananda” el que prepondere en dicho momento. Sin embargo, llega el instante del nirvikalpa, en el que ambas expresiones se funden para configurar “Sat Chit Ananda”, la experiencia suma donde todo es Seidad, Conciencia y Bienaventuranza absolutas.