La raza aria fue diestra hace ya milenios en el estudio de las leyes de causalidad que entretejen el desarrollo de la naturaleza. Fue diestra también en el establecimiento de una serie de protocolos que permitieran acercarse, estableciendo un contacto a través de unos modos de lenguaje, a las inteligencias rectoras de esa misma causalidad, inteligencias que pueden ser de distintos niveles en función del grado de universalidad de los procesos que rigen. Así, tenemos desde los llamados “elementales” hasta las más grandes deidades que constituyen la llamada trimurti, Brahma, Vishnu y Shiva, pasando por los innumerables devas que constelan el inabarcable orbe hindú de divinidades.
Ese es, por tanto, el verdadero e inicial sentido de lo que ha venido denominándose “ritualismo”: el establecimiento de modos de comunicación con las inteligencias que regulan los procesos del universo, fundamentalmente en base a la realización de distintos tipos de yagnas, sacrificios, a fin de obtener determinados resultados. Así, era posible solicitar que llueva, en épocas de sequía, como lo contrario si era necesario; también era y es frecuente solicitar mejoras en las condiciones individuales o colectivas, en esta vida o en las venideras.
Desafortunadamente, con el correr de los tiempos esta actividad ritualista fue contaminándose por una suerte de egoísmo cada vez más desatado. La implantación de una casta encargada de dirigir los rituales, así como su progresiva comercialización, unidas a la pérdida del sentido esencial del núcleo de las enseñanzas, determinaron un marco generalizado de decaimiento que fue particularmente grave, por ejemplo, en el caso de la tradición egipcia, al punto de abocarla a su desaparición. La tradición hindú no fue ajena a este deterioro. De hecho, la misma aparición del budismo en la India debe entenderse como una reacción ante una situación de grave decaimiento. Habrían de pasar unos cuantos siglos hasta que se produjera un impulso revitalizador que dinamizaría la tradición hasta nuestros días, impulso fundamentado en base a las enseñanzas emanadas de la incomparable figura de Sankaracharya que gravitan en torno al concepto de la No-dualidad.