– Asistente
Cuando dices que el objetivo último de todas las religiones es la vuelta al origen, me pregunto, ¿por qué tenemos que volver al sitio donde estábamos y por qué tuvimos que salir de allí?. ¡Es algo que no entiendo!
– Sesha
Esa pregunta me la han hecho muchas veces, y es una de las pocas que tienen sentido. Yo mismo me la hacía a los quince años, cuando empezaba a plantearme estas cuestiones. Analizaba, por ejemplo, que la palabra sánscrita yoga viene de la raíz yuj, que significa unir, o que etimológicamente la palabra religión viene del latín religare, que significa volver a unir. Me preguntaba dónde hay que volver y qué sentido tiene hacerlo cuando en últimas no sé cómo estoy acá ni quién me mandó a este lugar.
Esa pregunta se puede analizar desde dos puntos de vista y por lo tanto tiene dos respuestas. La primera manera de abordar la pregunta es analizar lo que se presume al hacerla, esto es, asumir que este mundo existe, existió y existirá siempre, y que las condiciones en las que se encuentra son similares siempre y en todo momento. Pero aparte de la errónea apreciación de que las cosas son “algo” -cuando en el fondo no existe continuidad, sino apariciones de existencia dentro de umbrales1-, en la pregunta hay un segundo error de apreciación: suponer que quien pregunta es “alguien” dentro de ese “algo”.
Se asume entonces que existen por una parte, un ambiente donde el “yo” se aposenta y, por otra, un “yo” que se encuentra en ese ambiente; es decir, se asume que tanto el “yo” como el universo son reales. Ese es el gran problema de la pregunta; no es que esta sea errónea, sino que aunque es válida, está mal planteada. Cuando la mente intenta afianzar y reconocer la causa de algo que ella experimenta cotidianamente como inestable y cambiante, llega a la contradicción de presumir que este universo y este sujeto son estables, cuando en el fondo ambos están continuamente evolucionando.
Una posible solución consiste en preguntarse lo siguiente: ¿el sujeto que planteó la pregunta es el mismo sujeto después de hacerla o es otro? Y si más tarde la vuelve a formular, ¿es alguno de los anteriores o es otro? Y ¿el universo es el mismo? La respuesta es que los universos van cambiando y a su vez los sujetos también lo van haciendo. Por tanto, la solución no pasa por preguntar por la naturaleza del universo sino por su causa, puesto que la causa de cualquier universo debe ser la misma. Si se plantea desde la perspectiva anterior a que sujeto y universo se diferencien como tales, ese instante es previo al nacimiento de la mente y por ello es incognoscible, por lo menos a nivel mental.
1 El umbral es la intersección entre los estados de conciencia y donde se da el cambio de un estado a otro. Es absolutamente adimensional, sin localización alguna, y su naturaleza es totalmente incognoscible.
Este planteamiento conduce entonces, a afirmar que ese dilema que se presenta no tiene solución, porque el instante en que se produce la indagación es posterior al instante anterior al nacimiento de la misma y de esa manera se llega a un círculo sin salida, y de ahí la ausencia de solución.
Una segunda manera de abordar la pregunta es trasladarla a otro estado de conciencia para establecer una comparación y finalmente una solución, tal como puede ser el estado onírico. Cualquier persona, mientras duerme, experimenta el sueño como real; es decir, mientras el sueño acontece se experimenta como real, hasta el punto de poder afirmar que, por ejemplo, este preciso instante en que nos encontramos tiene similar validez a la de un instante soñado por cualquiera de los presentes. En otras palabras, el momento actual podría ser el sueño de cualquiera de los que lo presenciamos o el de alguien que sueña en algún sitio, porque la realidad con la que percibimos las cosas es igual en el sueño y en la vigilia. Por lo tanto, el ambiente de realidad que en este momento se presenta podría ser el que se ofrece en un sueño.
En este sueño, que como ejemplo se asimila a la realidad de este momento de vigilia, el soñador se ve diferente de los elementos que hacen parte del sueño, ya sea el techo, el suelo, las nubes, las montañas o cualquier otra cosa o persona que se perciba; sin embargo, todo eso que aparece en el sueño no es más que una proyección de la mente del soñador.
Si en ese sueño figurado un conferenciante habla sobre el universo y el soñador le pregunta sobre el porqué regresar al origen, y aquel le responde que el universo es no-dual, que es no-diferenciado, etc., intentando emular lo que siempre he tratado de enseñarles, se notará que su respuesta y sus comentarios tienen una realidad parcial, pues algunos entienden esta explicación y otros no, tal y como está sucediendo ahora. Cabe entonces preguntarse: ¿ese universo soñado tiene causa? Este universo que es proyectado en sueños pero que se percibe como real, ¿tiene causa? Si se pregunta a un antropólogo situado en el sueño nos empezará a hablar del Paleolítico o del Neolítico; si es un astrofísico, hablará de cómo aparecen los agujeros negros y de cómo las estrellas blancas pueden convertirse en estrellas enanas; dirá que existen miles de galaxias que han evolucionado durante millones de años. Cualquiera de esos comentarios son válidos en el sueño, pero ¿son reales?, y ¿alguien se da cuenta de si lo son o no?
El error de la pregunta entonces, es hacerla en el propio sueño y creer que el universo que allí se genera es “algo” y que quien pregunta es “alguien”. Por eso la pregunta se puede hacer pero no tiene sentido, pues la causa del universo soñado está en quien lo sueña; de igual modo, la respuesta a la pregunta sobre la causa de este universo no está en este universo, porque ni él ni el sujeto que pregunta tienen causa en sí, como nadie en el sueño tiene causa en sí sino en el soñador.
De todos los que aparecen en el sueño, el único que puede resolver el interrogante es el soñador, porque es su sueño; los demás evolucionan aparentemente dentro del sueño gracias a que el soñador los convirtió en “alguien”, pero ninguno de ellos es tal. El universo que se percibe tampoco es “algo”, y la creencia de que una de las partes del sueño es diferente de otra es errónea; sin embargo, lo paradójico es que así se experimenta.
Lo mismo sucede en el estado de vigilia; el perceptor se asimila al personaje soñado por el soñador del estado onírico, y si se quiere saber la causa de esto nace una segunda explicación: somos el sueño de Dios. La solución al dilema de la existencia sólo se da en el instante en que se nota que la realidad de las cosas no se sustenta en un “yo” ni un “ello” diferenciados, esto es, son esencialmente no-diferentes de ella. Mientras ocurre esta aparente diferenciación, lo que hay en el universo es una intersección de absurdos originados por el “yo” y el “ello”, que generan todo tipo de umbrales entre realidades y que hacen que no se pueda reconocer la naturaleza esencial de lo que estas son.
Paradójicamente, entre cada condición de “yo” y cada condición de “ello” siempre fluyen umbrales. Precisamente es indagando en ellos donde se puede entender la naturaleza de cualquier “yo” y de cualquier “ello”. Para conocer la
causa de ambos es necesario romper la falsa apreciación de que el universo es “algo” y el sujeto es “alguien”. Una vez se logra romperla, esto es, mientras verificamos que entre ellos solo hay umbrales de realidad, lo que se aprecia es que el universo siempre ha sido, es y será, y que los acontecimientos que se suceden y el presente en donde suceden son idénticos, siempre lo han sido y siempre lo serán.
Por tanto, al igual que no hay respuesta a la apreciación de intentar percibir un círculo cuadrado debido a que está mal planteada, la respuesta a la causa del universo se hace sostenida en la presunción de que tanto el sujeto como el universo existen.
Preguntar, ¿cuándo me hago parte de esto? o ¿cuándo el círculo se puede ver cuadrado?, parece válido pero es insustancial. Las palabras parecen que tienen lógica, pero al estructurarlas erróneamente plantean un problema, una situación ilógica, bajo la presunción de que es correcta. Es como tratar de atrapar el umbral que diferencia dos eventos; en el instante en que creemos se ha atrapado, ya no está. Se ha hecho un planteamiento que parece lógico pero que no es válido. Es sólo eso, no es que la pregunta no tenga respuesta, es que está mal planteada.
– Asistente
La conclusión a la que llego después de escucharte es que ninguna de las preguntas que me plantee bajo mi nivel de conciencia va a tener respuesta. Por otra parte, en la práctica interior me induces a que logre ciertos estados, pero no entiendo por qué debo hacerlo.
– Sesha
El objetivo de la práctica meditativa que yo planteo no es conseguir un determinado estado, sino que cada uno atestigüe su experiencia y la contraste con lo que enseño; por tanto, lo único que se pide es que la persona se sitúe en el presente y observe su mundo interior; lo que inicialmente se experimenta es distancia con los objetos mentales para posteriormente nacer a otras formas de cognición.
– Asistente
Sí, estoy de acuerdo. Lo que realmente quería decir es que no sirve de nada hacerme preguntas, porque la solución está en la No-dualidad.
– Sesha
El plantearse preguntas tiene la ventaja de que permite estar más plenamente en el Presente, con menos dudas respecto a él.
– Asistente
El problema es que en lugar de encontrar más paz, que es mi propósito, encuentro más conflictos.
– Sesha
La cuestión es plantear bien la pregunta. Desde la perspectiva de lo que te enseño, luchar por la felicidad es como luchar por tener más Presente cuando este ya está fluyendo por doquier. Para mí tiene más sentido la pregunta si se formula de esta otra manera: ¿se puede tener más Presente ahora? ¿Se puede desear algo más que el Presente absoluto e ilimitado?
El problema por lo tanto no es hacerse preguntas, sino hacerlas correctamente. Cuando preguntas correctamente, la respuesta aparece por sí misma, porque ya todo en ella está completamente organizado. En la pregunta correcta está incluida la respuesta; basta hacer silencio, y aparece presurosa.
Y si no consigues formular preguntas válidas, entonces debes ejercitar tu mente de manera que permita hacerlo. Esto ocurre en el estado de atención permanente, razón por la cual hay que estar atento a lo que se hace todo el tiempo, durante toda la vida. Nada hay más fácil y a la vez más complejo que eso.
Han intervenido en la trascripción, corrección y edición de este texto los siguientes colaboradores:
NIEVES ÁLVAREZ, MERCEDES FERRER, AMAIA AURREKOETXEA, ENRIC FERNÁNDEZ, FÉLIX ARKARAZO Y JORGE ROJO.
Este texto ha sido finalmente revisado y autorizado por Sesha.