La acción tiene esencialmente dos condiciones para hacerla de forma diestra, dhármica. Una es realizar la acción sin la búsqueda del resultado de la acción, es decir, realizar la acción por si misma y por la responsabilidad que implica estar vivo, por la responsabilidad que implica el hecho de estar en contacto con la naturaleza. En segunda instancia, realizar la acción sin sentido egoístico, al igual que la hace un actor mientras actúa. El actor asume un rol pero no se puede creer que él sea el propietario de aquel papel que interpreta, es solo la magia de la actuación quien obra.
Estos dos elementos, no apetencia al fruto de la acción e inidentificación en la acción física o mental, son quienes determinan que una acción favorezca la aparición del karma o el dharma, con la consiguiente aparición o no de nexo entre acción y actuante.
Cualquier acto que realice el ser humano tiene la posibilidad de realizarse diestramente: caminar, comer, mirar, hablar, jugar, trabajar, ¡inclusive matar, inclusive morir! Todo consiste en aprender a responder de manera diestra en el instante en donde la acción aparece. Esa respuesta diestra permite que la acción se realice, pero inhibe la presencia del “yo” en ella. Esta forma de actuar implica relacionarse con la acción de una manera diferente, libre, abierta, sin apetencia de fruto ni sentido egoístico.