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Reflexionar

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Coloquialmente reflexionar se asemeja a pensar voluntariamente con cierto orden sobre un mismo tema, con el fin de tomar consciencia clara de las conclusiones previamente analizadas. Reflexionar es una ejercitación de la mente que desafortunadamente se hace sin excesivo rigor.

Intenta tomar un simple tema de reflexión, por ejemplo: ¿vale la pena comprar un coche o vender el apartamento? Nota cómo, si lo haces, organizarás cadenas de pensamiento sueltas que van y vienen intentado evitar un tren constante de ideas claras.

La reflexión se parece a tiras de espaguetis: sacas uno y estará cortado a la medida de la bolsa. Nunca encontrarás un espagueti de veinte metros de longitud empacado, pero sí muchos de veinte centímetros. Nuestra reflexión es así, intermitente. Difícil es encontrar un tema específico en el que voluntariamente podamos explayarnos sin temor a fraccionar las ideas a cada momento y permitir que otras sin relación alguna emerjan.

La reflexión es un arte que no se enseña en las escuelas. Es un arte que no practican los padres. Es una disciplina que todos asumen como propia, tal como el aire entra a nuestros pulmones. La reflexión ha de establecerse mediante algoritmos, es decir, secuencias lógicas de ideas que se organizan en gradaciones y escalonamientos con leyes claras. Una manera clara de establecer orden en el pensamiento es acostumbrarlo a pensar bajo parámetros coherentes. Un ejemplo práctico de esto se advierte en el desarrollo de los diagramas de flujo para la programación de computadores. A nivel filosófico es interesante estudiar la estructura mental de personajes contemporáneos como Kant o antiguos como Platón, donde la reflexión lógica lleva a conclusiones trascendentales sorprendentes.