Las emociones son un estado transitorio de la mente. Hacen ver como importante algo que no lo es, o hacen ver como pobre algo que sí tiene importancia. Las emociones se caracterizan por ser altamente inestables y cambiantes, duran poco, pero mientras lo hacen, arrastran a quien siente hacia el dolor o la alegría.
Las emociones son estados primarios de la mente. A tal punto son primarias que, cuando eres consciente de ellas y te sitúas en un punto firme de ti mismo, ellas desaparecen.
Son como sombras que se deshacen cuando las iluminas. La emociones son como los fantasmas; se esconden en la oscuridad, pero cuando hay luz simplemente no existen.
La mejor manera de controlar las emociones es estar atento al mismo momento donde ellas quieren aparecer. Si esperas mucho tiempo y la emoción se instaura ya no podrás desalojarla de tu mente, como cuando ensucias tu ropa con vino, por ejemplo, y no la lavas inmediatamente; entonces ya no puedes quitar la mancha.
Si aprendes a estar atento a cada cosa que haces, entonces notarás claramente cuando una emoción quiere aparecer. Notarás su presencia tan fácilmente como cuando notas que un coche aparece en la esquina de tu casa para pasar por el frente y luego alejarse. A diferencia del coche, cada vez que veas el nacimiento de la emoción ella desaparecerá. Ser consciente del nacimiento y muerte de las emociones es un acto de profunda claridad y estabilidad.
Las emociones son variadas; algunas te llevan a la alegría, otras al pesar.
Muchas de ellas se disfrazan con atuendos de miedo o tristeza, algunas veces con pesar o llanto. Pero debes siempre saber, que sin importar cual sea su vestimenta, siempre la atención es una luz capaz de diluir cualquiera de sus disfraces.
No es necesario “aguantar” emociones, tal como no es necesario dejar de comer o de dormir. Aguantas la emociones porque asumes que tienen vida propia. Ellas se nutren de los hábitos de pensar cotidianamente en algo insano. El primer paso para contrarrestarlas es no alimentarlas con tu pensamiento. Dedícate a atender todo lo que la vida te otorga en tu presente, y solo ve a tu memoria cuando ese presente te lo solicite. Si así lo haces, tu mente se verá libre de tener que recordar cosas innecesarias y de vestirlas con las emociones del placer y el dolor, que suelen siempre ser el color de sus atuendos.
Más allá de las emociones hay otros mundos por descubrir. Cuando tu mente acostumbrada a merodear solo por el presente se afiance en él, entonces podrás experimentar exaltaciones estables y duraderas en el tiempo. Ellas te alimentarán y te acompañarán por siempre.