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¡Qué extraño poder tiene la mente!

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Es posible imaginar perros que hablan, montañas que saltan. Incluso hay quienes mientras duermen vuelan y son capaces de hacer acrobacias que violan las leyes de la física.

La mente posee el don de ofrecer a nuestra vista innumerables maneras de percibir la realidad. Puede tergiversar, acomodar, aumentar, disminuir y, pese a todo lo conocido, evocado o imaginado, dota de realidad lo que momentáneamente su mundo cobija.

El verdadero poder de la mente consiste en proyectar un mundo dual e inexistente que parece real. Mientras así opera, la mente oculta simultáneamente su verdadera naturaleza No-dual, que ha subsistido, subsiste y subsistirá por siempre.

El mundo que atestiguas bajo tu apreciación egoica no existe. El universo, como entidad diferenciada, existe solamente en tu mente.

Más allá de la mente existe otra forma de experimentar el universo. Podrías aseverar contra viento y marea que, efectivamente, las montañas, el cielo y tus compañeros son diferentes entre ellos. La lógica más simple y el sentido común más primario de cualquiera de tus compañeros también lo confirma. Sin embargo, esa apreciación es falsa. Tan sólo perciben continuamente toda variante de ‘nombres’ y ‘formas’. ‘Nombres’ y ‘formas’ danzan como fantasmas en la noche, creando la inexistente sensación de vida que ya no poseen. Vuestro mundo y vuestra percepción son erróneos. Nada en vuestra percepción puede asegurar que lo conocido no cambie. La vorágine de impermanencia planea sobre todas las cosas de este universo dual. Aun así, quien lo percibe cree que, junto con el universo, son reales. Se considera real al universo tan solo por el hecho de atestiguarlo mentalmente.