Normalmente la meditación se ha planteado al público como una experiencia pasiva, donde el cuerpo adopta una postura firme y la mente, junto con los sentidos desconectados, reposa en el interior. Sin embargo, el Advaita dejó testimonio a través de los libros que conforman su tradición de una serie de técnicas que propician la práctica externa, es decir, un camino meditativo en el que los sentidos están activos y el cuerpo se encuentra en movimiento.
La meditación exterior también suele denominarse karma yoga, recta acción o dharma. El texto más clarificador sobre este tema es el Bhagavad Gita, texto que hace parte de la epopeya épica del Mahabarata. Dicho libro es reconocido por todos los autores como una fuente inagotable de sabiduría. Por sus páginas discurren las explicaciones más sencillas, poéticas e inteligentes que permiten comprender los más altos conceptos metafísicos.
Hablamos siempre de práctica externa cuando en el proceso de la cognición interviene cualquiera de los cinco sentidos. La frontera entre el mundo interno y el externo no es la piel, son los sentidos físicos.
La práctica de la meditación externa se basa en reaccionar continuamente al presente, permitiendo que los sentidos intervengan en dicho proceso. Pareciera que lo hacemos a diario, pero no es así. Asociados a la reacción cotidiana incluimos constantemente elementos que no hacen parte de esta.
Solemos estar casi dieciocho horas al día reaccionando ante el mundo externo. Sin embargo, nuestra destreza de reacción no suele asociarse casi nunca al presente.