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Preguntarse sobre el Ser invita al silencio

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Preguntar o preguntarse sobre el Ser invita al silencio, a un silencio especial donde se recrea la fuerza de la comprensión. Una atención situada en la pregunta, sin la espera inmediata de una respuesta, es el acto más grande de saber. El susurro del silencio provoca inicialmente un inaudible movimiento que fractura la inercia e imprime poco a poco un movimiento sonoro. La atención sostenida es la clave, la atención sostenida primero en la pregunta y luego en el silencio que va tras el instante donde ella termina; he ahí la esencia de toda indagación.

Preguntar correctamente es el arte de permanecer con la mente silenciosa después de emitir una secuencia ordenada de ideas. Una pregunta correcta se basa en la lógica que conlleva no dudar antes, durante y después de realizarla. Toda pregunta válida e inteligente impide dudar una vez que es realizada. Es en ese segmento de quietud donde logra emerger la potencia de una respuesta que nace por sí misma.

Cualquier pregunta válida sobre el Ser se sostiene en una atención ininterrumpida del silencio, un silencio que no implica imposibilidad mental, sino la presencia de un acto de comprensión que conlleva la ausencia de duda. La duda no es trampolín al saber, es desorden que aboca a una lógica desde la que ninguna respuesta fundamental puede ser entendida.