Cuando en verdad seas testigo de que no piensas podrán pasar cosas sorprendentes, pero antes de revelar dicho estado hay circunstancias que pueden confundirte mientras te encuentras en la práctica de intentar no pensar.
Es muy frecuente, y más en personas acostumbradas a la reflexión constante, que al darse cuenta que piensan y efectivamente cortarlo, inmediatamente piensan que ya no hay pensamiento. Es decir, piensan que ya no piensan. Sin embargo, pensar en no pensar es un pensamiento más. Puede que no haya objetos mentales visuales o auditivos, pero se piensa aún, aunque sea en no hacerlo.
Intenta observar por ejemplo alguna pared que tengas cerca. Solo obsérvala, no es necesario que la definas ni que pienses en que la observas. No adviertas la palabra “pared”, solo reconócela, contempla su forma, su geometría. Tampoco pienses en que estás observando la pared, no es necesario, puedes contemplarla sin darle nombre o notarla sin pensar que lo haces. Igualmente pasa cuando adviertes que piensas y el pensamiento se desvanece; sin querer le das nombre al suceso en vez de contemplar la ausencia de contenidos mentales y notar el abismal espacio interior que acontece.