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No hay estrés

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El mundo externo es muy fácil de personalizar, esto es, generar un sentido de identificación egoico con sus contenidos. Comemos algo y espontáneamente sentimos en nosotros el agrado del alimento. Un grato olor ofrece un placer que nos deleita. Un objeto bello nos produce la vivacidad de poseerlo. Y así con todo lo conocido. Nos es fácil identificarnos mediante el gusto o el disgusto con los objetos externos. Hemos sido criados bajo una premisa que valora la experiencia de lo sensorio. En cambio, en el mundo interior No-dual solamente están la vacuidad y su conocedor. Ello hace significativamente más sencillo el equilibrio cognitivo, gracias a la menor cantidad de información que compone el campo.

En la Concentración no hay prácticamente ningún gasto psíquico. Es como sumar dos más dos; así como no existe el más mínimo conflicto en que haya error en la suma, tampoco hay gasto mental en reaccionar ante el mundo. Podrás observar una flor y embeberte en ella siendo ella; igualmente lo harás si observas una simple pared o contemplas un paisaje. No importa qué acción hagas, serás como el espacio que une y a la vez contiene los volúmenes.

Notarás claramente la consistencia del espacio, pues este ya no será una abstracción ni una idea. Te asombrará cómo el espacio no separa los objetos sino que su sustancia los une. El sentido de frontera al que llamamos «borde» pierde consistencia y pareciera que los límites de los objetos se confunden con el espacio mismo y con los demás objetos, tal como en un día soleado no es posible notar en el cielo dónde cambia el tono en el degradé de azules.

Llegará un momento donde te acostumbras a no identificarte con lo que hablas cuando dices «mío» o «tuyo». La palabra «yo» no te producirá el más mínimo sentido de personalización. Tu propia imagen al espejo te hará sorprenderte cuando la veas reflejada, pues ya te has hecho habitante de todas partes.