En la concentración interior, tal vez la más exquisita sensación que acontece es la de estar en todas partes del mundo interior y, a su vez, la de que el mundo interior está en todas partes de lo que atiende. El universo sin fronteras está inundado de un perceptor sin fronteras.
El testigo de la Concentración Interior se parece al gas que abarca e inunda un cuarto cuyas paredes existen pero no se detectan. Estar y Ser en todas partes cobra una relevancia suma. El conocedor y lo conocido son parte y a la vez son todo. La simultaneidad de sujeto y objeto se hace notar en toda la inmensidad del campo que se abre en el espacio interior.
Intentar describir lo que allí acontece es difícil, no porque ello sea complejo, sino por la dificultad de encontrar palabras o ejemplos que se acerquen siquiera a insinuar lo que allí sucede. Imagínate convertido en espacio y siendo a la vez consciente de este.
La experiencia interior puede describirse como bienaventuranza o como quietud absoluta. La inmaculada quietud de un universo lleno de la simultaneidad de conocedor y conocido se advierte como alegría suma, como belleza plena. Lo experimentado allí no puede traducirse en forma de sentimiento, emoción o un tipo especial de pensamiento. Cualquier palabra es trivial y vacua. Ni siquiera la poesía puede enmarcar con su encanto la fuerza de la simplicidad que allí habita.