Imagina que, mientras duermes, sueñas que formas parte de un gigantesco espectáculo en un estadio deportivo que alberga miles de personas. Y ten en cuenta que soñar es una actividad experimentada como real mientras se la realiza, pero que se descubre como inexistente en el mismo momento en que se despierta; es decir, el sueño es real mientras lo vives e ilusorio cuando despiertas. Sitúate en la gradería y observa a los miles de espectadores seguir con atención cada uno de los sucesos de los jugadores que animan el espectáculo. Nota como te mimetizas con el entorno y te conviertes en una minúscula pero importante parte de toda esa maravillosa y virtual experiencia. El juego que observas podrá consumir varias horas de tu particular sueño y, mientras lo haces, verás cómo las multitudes parecen expresar su alegría o su tristeza según se presenten los acontecimientos. Miles de egos, al parecer con una individual e independiente capacidad de conciencia humana, atienden desenfrenados y absortos el espectáculo. Mientras todo ello acontece, si te preguntaras “¿Quién actúa?”, “¿Quién impulsa el movimiento de ese inmenso escenario?”, probablemente responderías que ¡es cada personaje quien actúa y, al actuar, transforma el mundo! Esta respuesta parece evidente en ese momento, mientras permaneces en sueños.
Pero al despertar, estadio y muchedumbre desaparecen. Ahora, solitario en tu propio lecho, y ante el impacto de lo vivido, intentas saber si aún duermes o no. Inicias la etapa de tu propia evocación, intentando encontrar tu propia continuidad de vida en el tiempo pasado, en los propios recuerdos. Tras una corta pero intensa actividad evocatoria posiblemente concluyes, sin opción a equivocarte, que realmente lo anterior fue un sueño y que ahora te encuentras despierto.
Sin embargo, supón que nuevamente te entregas al sueño y regresas a la misma experiencia. Nuevamente aparecen el estadio deportivo, la muchedumbre, etcétera, pero ahora eres consciente del sueño mientras duermes. Ante esta nueva perspectiva, sin duda cambiarás la manera de ver todo a tu alrededor, e incluso tu propia relación con el entorno. Pregúntate nuevamente quién actúa y pon en movimiento ese inmenso escenario, y ahora la respuesta será “nadie, nadie actúa”. Todos creen que lo hacen pero verdaderamente nadie actúa. El único experimentador real es el soñador del sueño, pero él no aparece en ningún lugar del mismo y, sin embargo, ¡es él quien sostiene, totalmente inactivo, toda la actividad onírica!