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Nacimiento, muerte y prana

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La percepción y vivencia de la muerte en Occidente es muy primaria, muy niña. Se presupone que la vida solo se asocia al cuerpo físico debido al enorme grado de identificación con él. Al desaparecer el cuerpo físico la experiencia se vive como algo abrumador. No se alcanza a comprender que la muerte es un proceso normal, cotidiano, que hace parte de la vida.

Suele decirse en Oriente que el cuerpo físico tiene una especie de doble, de réplica a nivel sutil, llamado “cuerpo pránico” o “doble etérico”, que está configurado por la suma de todos los órganos y sistemas del cuerpo físico pero en un plano energético. Este cuerpo pránico constituye así un modelo, un mapa para la configuración del cuerpo físico; en él hay un hígado, un estómago, sistema nervioso… y es gracias a ese modelo como se evita que en los órganos y sistemas irrumpa una condición de desorden. Esto aclararía por qué un órgano cualquiera no puede ir más allá de la condición replicatoria que posee en función de lo que marca su correspondiente etérico, de modo que, por ejemplo, un pie, un órgano o un sistema no pueden crecer ilimitadamente.

El prana es un tipo de energía cuyo origen es el sol. La energía pránica es absorbida fundamentalmente a través de los alimentos, a través de la respiración y a través de los chakras, los centros especializados en la absorción de prana. Dependiendo del prarabdha karma, hay un momento en el que al cuerpo físico le es imposible, por condiciones de vejez, enfermedad u otras, seguir absorbiendo el influjo de prana. El prana ya no puede enraizarse, no puede asociarse a una contraparte física, de manera que las condiciones que corresponden a la activación de la naturaleza del cuerpo físico finalmente se disuelven, se descomponen.

Hay un prana específico que tiene la condición de mantener el ciclo de la función vital, el prana udana. Cuando un cuerpo muere, ese prana es normalmente expulsado a través del vishudda chakra, situado a la altura de la garganta, en lo que comúnmente se conoce como “suspiro final”. Una vez retirado el prana udana del cuerpo, este decae, ya no tiene la posibilidad de absorber más prana. La mente sale del cuerpo, pues ya no puede ser retenida por él, y ciertas condiciones energéticas asociadas con el cuerpo también se descomponen. Por otra parte, las condiciones energéticas que manejan el movimiento de la mente quedan asociadas a la mente misma, y ese conjunto pasa a otros tipos de regiones de vida, llamadas lokas, que alegóricamente fueron representadas por Dante en su “Divina Comedia”.

Cuando finalmente, dadas las condiciones del prarabdha karma, es necesario encarnar nuevamente, ciertas esencias que poseen la información de cada uno de los cuerpos, a las que en algunas tradiciones se llama “átomos simientes”, sirven de modelo y arquetipo para que las inteligencias organizadoras del karma hagan converger esas tendencias primarias. Y en función de las divinidades de las inteligencias que la tradición asocia a los planetas, comienzan a forjarse las estructuras requeridas por el nuevo cuerpo. Así es como se da el nacimiento. Lo que nace es un cuerpo asociado a una serie de tendencias que previamente han establecido una estructura pránica y esta, a su vez, sirve de modelo al cuerpo físico.

Normalmente la mente no suele descomponerse en el proceso de la muerte porque la intensidad de identificación, los anhelos, los deseos, quedan impresos de manera análoga a como quedan en vigilia. De todas formas, sí hay ciertos lokas donde la mente alcanza a descomponerse igual que se descompone la condición del prana. Este proceso se da solamente en personajes excepcionales que transitan por regiones carentes de mente, regiones causales, regiones no-duales. En los grandes maestros el “yo” muere como condición productora de egoencia y pasan a lokas superiores, a regiones insospechadas, a mundos de No-dualidad como Satya loka, Vaikuntha loka, las regiones más excelsas de la existencia.