El Advaita acepta el planteamiento teórico de la escuela Samkhia, una de las dharsanas o escuelas ortodoxas tradicionales de la India, en lo referente a la génesis cosmológica del universo. En función de esa teoría, el Samkhia establece que inicialmente en el proceso evolutivo se da la existencia de un universo potencial; sería algo así como el universo de arquetipos que planteó Platón, es decir, un lugar donde existen las ideas primigenias y potenciales de todas las cosas, sus ideas primarias, las que en origen habilitarán la posibilidad de que posteriormente puedan expresarse sucesivos niveles de sustancialización. Es el mundo en el que probabilísticamente existe todo lo que puede llegar a ser creado. Aquello que no esté dentro de ese mundo no puede emerger porque para que algo exista tiene que haber una ideación previa que potencialmente provea esa opción de existencia. A ese océano de infinitas probabilidades, a ese mar potencial de infinitas causas en el Advaita se lo llamó “mundo causal” o karana sharira.
Ese mundo causal ha de tener un orden. El caos también debe ser parte de ese universo, simplemente porque es una opción más entre todas las probables, pero lo cierto es que ese universo tiene que ser inteligente para que se pueda actualizar la condición de desarrollo que hay en él. A la inteligencia asociada a ese universo causal el Advaita la llamó “Ishvara“. Así, se plantea que Ishvara es el Dios creador, como inteligencia rectora de todo el proceso que se inicia, precisamente, en el mundo causal.
Dentro del océano infinito de probabilidades controlado por Ishvara, la filosofía Samkhia erige tres iniciales potenciales condiciones o cualidades primigenias, llamadas “gunas“, que son: satva (equilibrio), rajas (actividad) y tamas (inercia). Estas cualidades primigenias están circunscritas a Ishvara inicialmente en modo latente estático, por eso se dice que Ishvara “las piensa”. Cuando Ishvara asume esas tres condiciones primarias sin todavía ponerlas en movimiento, a ese universo se lo denomina “prakriti“. Será el proceso de entremezcla de esas cualidades o gunas el que determinará, por sucesivos niveles de combinación, la aparición de los otros dos niveles de manifestación del universo: el mundo sutil y el mundo denso o material, respectivamente, de forma análoga a como los tres colores primarios, rojo, amarillo y azul, desarrollan por mutua intercombinación la ilimitada gama de matices cromáticos estando presentes en todos ellos.