Estudiante: Una vez viví un estado interior donde todo lo que experimentaba, incluso lo que no percibía, respiraba dicha y paz, sentía y sabía que todo estaba «bien». Ese estado me duró 4 o 5 días y se fue desvaneciendo. ¿Por qué lo he perdido? ¿Por qué no puedo recuperarlo? Si estuve ahí tengo que poder volver, pero ¿cómo?
Sesha: Los hábitos mentales están profundamente arraigados, de tal manera que muchas de las certezas que logramos no pueden afianzarse en la mente. Por esa razón algunas experiencias, aunque sean profundamente intensas, finalmente se disuelven con el tiempo, pues los condicionamientos kármicos actúan como un ancla, impidiendo que tu mente se deslice libremente por las aguas del no-saber.
Tu mente, viviendo la realidad presencial, promueve todo tipo de acercamiento con los mundos estables que existen en nuestra interioridad. La práctica meditativa es un gran mecanismo para conocerte.
Estudiante: ¿Cómo potenciamos la acción desteñida de hábitos comunes? ¿Cambiamos a otros hábitos más beneficiosos?
Sesha: Cualquier esfuerzo que hagas está inundado de la yoidad. El refuerzo mental genera hábitos. La voluntad egoica es la fuerza primordial que establece el «yo». Los hábitos no se extinguen con esfuerzo alguno, toca que se transformen en otros.
La única manera de que un hábito muera es que se consuma a sí mismo. El desarrollo de su extinción lo planteo extensamente en el libro Tras las huellas del saber.
Estudiante: Pero hay hábitos buenos, ¿no?
Sesha: Hay hábitos conducentes a la socialización, a la culturización, a la moralización. Así, igualmente, hay muchos de ellos que van en dirección contraria al establecimiento de una sociedad o al establecimiento de una unidad psicológica estable.
Sin importar cuáles sean, constructivos o destructivos, sirven como base de condicionamiento en la acción y en el pensar y, por lo tanto, derivan a un mundo carente de libertad.