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Los hábitos mentales nos configuran

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De todos los samskaras, el más fuerte es aquel que imprime la sed de existir como un “yo”. La mente, debido a la superposición de sus cuatro funciones primarias, viaja en un círculo vicioso vida tras vida buscando la libertad sin notar que, a medida que más piensa, más se encarcela en sus propios hábitos. 

Los hábitos son como fantasmas a los que insuflamos vida al pensarlos una y otra vez; sin embargo, y esto es lo peor, son fantasmas que permanentemente reclaman ser pensados. Hemos conformado samskaras que finalmente han tomado el control de nuestra mente, abocándonos a la pérdida de la libertad. Es terrible que el ser humano se vea encarcelado por sus emociones, sentimientos y pensamientos, y no encuentre la libertad suficiente para poder responder de una manera coherente ante ellos. Los hábitos mentales conforman nuestros mecanismos más oscuros de respuesta y, ya sumergidos en ellos, cuesta salir de dicha condición.

Hay microorganismos, bacterias o virus, que se alimentan del organismo superior que los acoge y, dadas una serie de circunstancias que faciliten su multiplicación, terminan proliferando hasta el punto de causar la destrucción del mismo organismo que les da vida. Pasando a otro orden, suele ocurrir que una pequeña empresa, impulsada por su éxito, se aboque a una dinámica de crecimiento que implique más inversiones en contratación, publicidad, transporte, para poder introducirse en nuevos mercados. Si esa nueva política resulta igualmente exitosa, puede incluso plantearse su internacionalización, con lo que la dinámica anterior se exacerba y, llegado un punto, se plantea la circunstancia de que no puede dejar de crecer, pues hacerlo implicaría estancarse y, en un lapso de tiempo más o menos dilatado, desaparecer. Con estas analogías se pretende ilustrar la dinámica en la que entran frecuentemente los hábitos y, por ende, las dinámicas a las que las personas se ven empujadas por esos mismos samskaras: estos pueden reclamar cada vez más energía, al punto que terminen fagocitando tal cantidad de ella que aboquen al sistema en el que se generaron a un colapso, ya sea físico, energético o mental. Así, entonces, parece que nos abocamos a una sin salida, pues nos vemos atrapados en un dilema: los hábitos mentales nos configuran como individuo y nos sustentan para la supervivencia pero, al mismo tiempo, nos condicionan y determinan al punto de esclavizarnos.