Los caminos que nos llevan a meditar
Autor : Eloi Campos
La práctica de la meditación es algo universal, siempre ha existido. En todas las culturas y en todas las épocas hubo y siempre habrá personas que buscan algo más allá de lo que los sentidos presentan en la vida cotidiana.
En un principio, la búsqueda, muchas veces inconsciente, comienza como una forma de escapar del sufrimiento que el mundo parece presentar en esta lucha diaria por sobrevivir. Aquí se cree que la felicidad está en los valores que se encuentran en el mundo exterior; en tener, en ser, en desear el poder, la fama, o cualquier objeto material o mental fundamentado en el tiempo y el espacio, y esto siempre acaba en el sufrimiento. El principio de desapego se presenta como una ligera luz.
Pareciendo ser una batalla entre materialismo y espiritualismo, el dolor y el sufrimiento se convierten en los motores primarios de una búsqueda hasta entonces poco clara y eficaz. Pero de gran valor, ya que rompe los paradigmas que aprisionan la mente de los efímeros conceptos individuales y colectivos.
Otra posibilidad de esta búsqueda interna en el camino del autoconocimiento se debe al deseo de los resultados que presenta la práctica meditativa en el ámbito personal, familiar o profesional. Esto se debe a que la práctica meditativa faculta al meditador a organizar su propia mente, y, en consecuencia, la organización de la vida diaria en la que se encuentra. La mente, al estar organizada, posibilita una respuesta coherente e inteligente. Surge una recta acción inmediata y no personalizada, sin protagonismo reactivo a la solicitud de lo que presenta el eterno fluir de la realidad. El empoderamiento de capacidades, el desarrollo de habilidades frente a las responsabilidades nos lleva a una respuesta eficiente para una acción acertada gracias a la sustentación de la Atención Eficiente a lo que tiene valor en cada momento.
Esta segunda posibilidad de búsqueda puede ser consecuencia de la primera, o incluso comenzar por ella. Es solo una cuestión de momento en la vida, cada uno tiene su propia singularidad frente a la singularidad colectiva en la que se encuentra.
Más aún tenemos otra posibilidad de búsqueda interior, es la entrega a esta llamada que surge en la mente y/o el corazón, que nos lleva a buscar aprender algo que se encuentra más allá de la lógica habitual y conocida.
El universo de la intuición, de la sabiduría y del amor surgen frente a la vida cotidiana. Porque, además de las limitaciones naturales de los sentidos y del intelecto, existen formas de expresión de la conciencia poco conocidas : Estado de Concentración, Concentración no-dual y Meditación.
Cumplir este llamado a la entrega, a la búsqueda de sí mismo en sí mismo, cuando es fuerte y contundente, nos da la fuerza para seguir adelante, incluso frente a los desafíos naturales de la vida cotidiana (el karma y el dharma).
La búsqueda no es solo la forma aislada que presentan las tradiciones ancestrales y tampoco es necesario crear islas separadas de la vida cotidiana; el presente se convierte en el medio donde presenciamos el fluir de la existencia.
Los momentos de reclusión, naturalmente, serán necesarios para profundizar. Sin embargo, volver a la vida cotidiana y aplicar el arte de la meditación en el medio en el cual vivimos es fundamental para todos, para nosotros como buscadores, para la familia, el colectivo y para el planeta, donde el compartir se torna natural, y esto es una verdad que podemos vivir.
Los distintos senderos de una misma montaña nos llevan a apreciar el mismo horizonte en su cumbre.