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Lógica y belleza

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Por extraño que parezca, la sorpresa generada por el impacto de las diferentes condiciones de belleza nos funde momentáneamente en el contenido experimentado. A su vez, la actividad lógica de la mente opera en sentido contrario: disecciona la realidad, generando la apreciación de entes diferentes e independientes de quien los conoce.

La belleza nos funde momentáneamente con las cosas, la lógica momentáneamente nos separa de ellas. ¿Cuál de ambas ofrece un camino correcto para descifrar qué es lo real? Evidentemente, es más práctica la lógica. La lógica permite entender bajo el pivote de la parte, de lo individual; la belleza, en cambio, conduce por los caminos de la sorpresa y la intuición. El sentido común vence: la lógica es el instrumento que descifra el mundo y mediante el cual se interpreta el universo. Todos los modelos que definen la realidad intentan afanosamente parecer inteligentes, parecer cuerdos; realzan el egotismo como factor predominante de la existencia. ¡Somos tan egoístas que parecemos incluso inteligentes!

La belleza, en cambio, es el camino que conduce por senderos de donde emergen otros nuevos parajes. Extraños entes de contornos difusos, cuyas formas se admiran mas no se entienden completamente. La contemplación de lo bello genera una modalidad de exaltación interior que incluso trasciende los cánones del sentido común. ¿Cómo poseer con el egotismo la belleza? Es imposible. En verdad, ella derriba el egotismo y nos catapulta a los extraños mundos donde la individualidad es un inexistente fardo.

La ciencia escoge la lógica, el corazón la belleza. Nuestro intelecto desconfía de la intuición, la intuición no requiere del egotismo. ¿En qué extraña balanza pendulamos? ¿Qué extraños mundos podemos apreciar según se escoja uno u otro camino?