Nuestra condición de realidad, como representación consciente, está teñida de nuestra propia historia. Asumimos que lo que conocemos son “cosas”, y no somos capaces de asumir que es posible conocer infinitas probabilidades instantáneas. Cuando conocemos los objetos, en realidad lo que hacemos es introducir la condición histórica en la percepción, de modo que esa misma percepción se ve afectada por el recuerdo, por la comparación. Al introducir la condición histórica reducimos la percepción del presente, percibimos solamente una de las probabilidades potenciales y asumimos que ella es la real, que las cosas así percibidas son reales. Así, normalmente aceptamos que lo real es aquello que determina el lenguaje. Es el lenguaje el que determina la consideración de realidad y, por tanto, son los pensamientos, las comparaciones y las definiciones los elementos que terminan por configurar el criterio de consideración sobre la realidad de las cosas.
Cuando nos abocamos a la búsqueda de la realidad última, esencial, cometemos el mismo error. Consideramos que, a la hora de abordar lo esencial como término de búsqueda, se ha de establecer un mismo tenor, una similitud con nuestra habitual perspectiva de indagación, de manera que presuponemos que debe haber “algo” que sea “lo real último”. De esta manera, si optamos por una representación más antropomórfica, le llamaremos “Dios”, y si lo hacemos por una más filosófica, hablaremos del “Ser”.
El Advaita define que lo real es aquello que, al ser conocido, sigue siendo siempre lo mismo bajo cualquier atributo bajo el que se lo perciba. Es decir, lo real posee la condición de permanencia y su percepción se revela como invariable. Entonces se plantea qué tipo de percepción es la permanente, la más estable, la que allende tiempo y espacio puede florecer de la misma manera y bajo las mismas condiciones en que inicialmente se gestó. Y es que otorgar sesgo de realidad a algo solo por conocerlo, solo por concienciarlo, es muy complejo porque aparecen infinitas realidades: las de los locos y sus diversos delirios, las de los soñadores que viven sus ensoñaciones como reales… Pero si al concepto “realidad” le acompaña el concepto “permanencia”, entonces la percepción que goce de la condición de estabilidad, de imperturbabilidad, esa será la real.
¿Cuál es la percepción más real? La percepción más real es aquella en la que el observador es capaz de discriminar la infinita probabilidad que emerge en un instante al percibir un objeto cualquiera, incluyendo en esa infinita probabilidad al propio perceptor. La realidad es no-diferenciada. Dicho de otra manera: cuando el conocedor conoce pero no existe diferenciación entre conocedor y conocido, a ese prototipo de realidad se le llama “lo Real”, de modo que cuando una modalidad de cognición incluye dentro de la innumerable gama de probabilidades al perceptor mismo, eso es lo Real.