Albert Einstein alguna vez se preguntó cómo se vería el mundo cabalgando sobre un rayo de luz. La respuesta a dicha pregunta siempre rondó su mente, hasta que la solución a su inquietud viajó más allá de la experiencia de cualquier hombre y logró conformar a través de la “Teoría de la Relatividad” un cuerpo de ideas pletóricas de inteligencia, simetría y elegancia. Einstein introdujo una serie de ideas en principio descabelladas, ajenas a la forma de pensamiento establecida por ser generadas desde más allá de la razón, pero que al final conformaron un cuerpo teórico único en la física.
Las grandes preguntas sobre la vida no poseen aún grandes soluciones puesto que las bases lógicas desde las cuales intentamos contestarlas están aún enmarcadas en lo cotidiano, en lo inmediato y prosaico, en una forma de ver el mundo carente de real sentido común. Cada quién intenta responder inquietudes metafísicas sobre el Ser, el Amor o el Conocimiento usando para ello bases lógicas o empíricas inaceptables. Desde ellas no es posible “enseñar” el Saber, entendido este como don de la Conciencia expresado en forma de fuerza de conocimiento, así como tampoco es posible “manipular” ese Saber de ninguna manera.