He navegado por los vastos universos que contienen la infinitud. He visto lo divino y admirado la sombra que produce elevarse e ir más allá de sus moradas.
La primera vez ocurrió a los veintiséis años. En aquella ocasión estuve inmerso en la bienaventuranza absoluta varias horas en mi interioridad y luego algunos días operando con los sentidos en el mundo. Sin embargo, ya desde más joven había tenido variadas experiencias de samadhi. En aquellas ocasiones de mi adolescencia no sabía qué pasaba, pero tampoco reportaba temor alguno vivirlas.
Algunas de ellas se disparaban desde la vigilia y otras desde el sueño. Lo que era frecuente en ellas era el dilema de enfrentarme cada vez a un terror de dejar de ser o, simplemente, aceptar la muerte y dejarme ir a la disolución que ella provocaba. Cada vez que permitía a mi cuerpo y a mi mente morir, el universo se fragmentaba en mil pedazos arrastrando la mente y sus contenidos a la vivencia no-dual superior.
Me era completamente extraño ver el mundo desde la nueva óptica en que conocía. Era completamente diferente a como siempre lo detectaba. Simplemente asombroso, inimaginable, insuperable. Pero, pasadas unas horas, nuevamente volvía la mente y envolvía lo que antes era único, pasando a funcionar bajo los consabidos parámetros de la fantasía y la imaginación. Me asombraban dichos cambios tan extremos. Jamás los comenté a nadie pues sabía a ciencia cierta que no había quien pudiera ayudarme a entenderlo. Fue recién con el estudio de los textos sagrados de las diversas religiones donde inicié a aproximarme al esclarecimiento de lo que me ocurría. La comprensión final vino ya de joven. Fue desde ese momento cuando la mente se convirtió en un laboratorio donde analizaba con detalle la cognición y su diversa operatividad, gracias a que me era posible vislumbrarla sin agitación excesiva.
Es algo tan diferente que siempre lo tuve en secreto. Jamás quise compartir estas experiencias pues nunca nadie, cuando insinué algo, me refería algo parecido.
Ahora algunos estudiantes ya vislumbran la Concentración y algunos merodean por la Meditación. Son ellos quienes pueden atestiguar la veracidad de dicha experiencia.