La afirmación que determina la realidad desde el aspecto metafísico es la de que “Brahman es Real y maya es ilusorio”. La afirmación que determina el carácter epistemológico de la realidad en el ser humano es: “La realidad es una corriente de cognición no-dual”. Pero el baremo, la afirmación que afianza el desarrollo ético es la que plantea que toda acción tiene que ser realizada en oportunidad de lugar y tiempo, sin apetencia de fruto y sin sentido egoísta.
Lo que tiene de válido este modelo Advaita es que podemos integrar la metafísica y la epistemología con la ética, y todo ello en un ambiente empírico que es la práctica meditativa. Esta representación práctica, que es la conjunción de estos tres baremos básicos, de estas tres posturas iniciales, es lo que tiene de grande la filosofía Advaita respecto a la filosofía occidental. Porque la filosofía occidental es diestra en el desarrollo de la metafísica, de la epistemología y de la ética, pero finalmente ninguna de las tres se integran en una unidad práctica. ¡El Advaita es un inmenso diamante!
La elegancia de las ideas, la inteligencia en el manejo de los conceptos y la profundidad de sus conclusiones hacen del Advaita un summum de coherencia respecto a las hipótesis teórico-prácticas sobre las cuales se desarrolla. El Advaita está exquisitamente planteado porque no tiene fisuras intelectivas, pues su validez se confronta en hechos completamente prácticos. Eso tiene de grande lo que estamos estudiando, lo entiendan o no lo entiendan.
No debe confundirte el decir que debes abordar la vida sin apetencia de fruto y sin egoísmo; tampoco el que afirme que debes estar atento como mecanismo de vida. El mundo de las emociones es francamente confuso y cambiante. Más allá de esta forma de sentir hay valoraciones internas más estables e intensas que las mismas emociones, hay experiencias internas, a las que llamaremos exaltaciones, cuya raíz es profundamente más estable. Dichas exaltaciones son maravillosamente constructivas y no poseen el sesgo de momentaneidad que tienen las simples emociones. La vivencia de percepciones estables recrea formas de sentir a las que el ser humano habitualmente no llega. La valoración de la estabilidad en el sentir lleva a la libertad emocional. Entonces deviene la alegría, la alegría del saber, de ser. Emerge la alegría de la ausencia de dudas, nace la alegría de enfrentar el mundo bajo una comprensión tan libre y absolutamente elegante que la única respuesta a cualquier inquietud es el silencio, el silencio que otorga el Saber.