Asistente: ¿Es imposible mantener a una persona en estado de infancia siempre?
Sesha: La mente naturalmente madura, cumple su proceso evolutivo y desarrolla con los años nuevas facetas de percepción. No puede quedarse como niño siempre, ese no es el plan evolutivo. Han de desencadenarse sus cualidades y deben madurar cada una de ellas.
Deberíamos preocuparnos no solamente de los datos que introducimos en la memoria de los niños, sino atender cuidadosamente los pasos en que su mente se desarrolla. Ello permitiría alargar ciertos estados de percepción estables que espontáneamente hacen parte de su niñez y prolongarlos como compañía certera en la adolescencia y juventud. Los niños tendrían así herramientas interiores para desarrollar destrezas de percepción superior.
Asistente: ¿Y la gente mayor? ¿Qué pasa con su tiempo de vida?
Sesha: El problema es que la gente mayor tiende a vivir exclusivamente de sus recuerdos.
Asistente: Nuestra cultura no valora la edad.
Sesha: Evidentemente, es así. La vida es un juego que otorga innumerables experiencias. Con dichas experiencias nacen muchas veces certezas. La vida no va solamente en una dirección, también recogemos dolor de nuestro pasado y lo guardamos con tesón. Desafortunadamente, con la edad las certezas fundamentales y metafísicas son pocas y el dolor y la soledad preponderan. La ausencia de comprensiones profundas de vida impide una vejez sabia.
Asistente: Hay culturas donde los ancianos son los sabios que dirigen a los demás.
Sesha: Antiguamente, sí. En las culturas trascendentes y más profundas los ancianos han jugado siempre el rol de acaparar la sabiduría. Son quienes tienen mayores certezas y claridad sobre las cosas fundamentales de la vida. Es decir, a mayores certezas menores dudas respecto a sí mismo y el mundo. Ello hace a los ancianos sabios. Sin embargo, en las culturas actuales un anciano es algo muchas veces desechable. La falta de criterio de las personas adultas convierte a los ancianos en personajes que muchas veces les obstaculizan su vida. Una tarea de la gente mayor debería ser asistir a las escuelas de niños y contar allí cuentos. La magia que integra a un niño y a un anciano se basa en la similitud de sus mentes. Por ello unos y otros logran un contacto especial que desafortunadamente no aprovechamos lo suficiente.