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La verdadera sabiduría

“Nombre” y “forma” son común a los contenidos No-duales excluyentes de la Concentración, mas no en los No-duales propios de la Meditación.

La Conciencia asociada a cada estado es reconocida de manera diferente por la identidad del campo1. En el estado de Concentración, la Conciencia No-dual aparece en forma de Saksim, para pasar al instante siguiente, si se advierte Observación, a Exín; o en forma de Sujeto en caso de aparecer Pensamientos, y de “Sujeto Onírico” en caso de Sueño. En la Concentración emerge la identidad del campo como Saksim, y en la No-dualidad incluyente final emerge como Atman, el Uno-sin-segundo. He aquí nuevamente la paradoja divina: la Conciencia No-dual siempre ha Sido, Es y Será No-dual; sin embargo, aparece como fuente testimonial de los entes duales, apareciendo en forma de Sujeto, Exín, Saksim y “Sujeto Onírico”.

¡Qué maravilloso universo el que experimentamos a cada instante! ¡Qué inteligencia suma reside en cada recodo de realidad que nos rodea! Al igual que aquel famoso físico2, tan solo podemos afirmar que quien crea que entiende algo de este mundo, miente. La verdadera sabiduría no reside en encontrar experiencias que puedan interpretar mentalmente la causa de todas las causas, no. El Saber Real reside en la espontaneidad, en la simpleza de no preguntarse mentalmente nada. ¡Qué lúcido el Zen, al otorgar a sus más sabios patriarcas el título de “Gran Ignorante”! ¡Cómo han de molestar estas afirmaciones a nuestros instruidos pensadores racionales occidentales! Pero no hay que preocuparse por ello. Cuando la muerte ronde el fin de sus días serán capaces de creer en cualquier cosa, incluso en la infantil apreciación de la eterna cena de los justos a la diestra del padre; o en el vacío, como negación de cualquier proceso causal.

¡Cuántos seres humanos podrán en la hora postrera acompañar a la muerte por voluntad propia, sin ser arrancados por el dolor y el sufrimiento que produce la ignorancia! Sin embargo, existen también seres que, libres de los lazos de la ilusión, reconocen al Atman como su naturaleza primigenia, inmenso como mil soles juntos, más tenue que el átomo y tan simple como el continuo Presente.

1 Evidentemente, el “yo” no es “algo” y, si fuese “algo”, sería el sentido de identidad propio de los limitantes de un campo de cognición, y no un centro de actividad consciente egoica.

2 Richard Feyman, físico teórico ganador del premio Nobel.