Al deslizar la atención entre pensamientos, cuando uno se deshace y antes de que el nuevo surja, ello hace que se atestigüe claramente la ausencia de todo contenido mental. Este nuevo universo interior será la base de la experiencia de la Observación Interior.
La experiencia interior de no pensar ofrece un relax maravilloso. Quien más provecho saca de esta situación es el sistema nervioso. La ausencia de tensión mental y el hecho de experimentar el sentido de continuidad de la vacuidad mental generan un descanso similar al de haber dormido profundamente durante horas. La viva y grata sensación que acompaña al silencio interior inspira a permanecer y a profundizar en él.
En la medida que una y otra vez se deslice entre pensamientos, el practicante podrá sentir repetidamente la grata sensación que conlleva no pensar. Experimentará sensaciones que van desde observar los pensamientos a la distancia hasta atestiguar su disolución completa. Pasará a permanecer mayor tiempo en la vacuidad, cuyas acepciones son variadas: paz, relax, quietud, silencio, oscuridad, etcétera. El hecho de afianzarse en el espacio entre pensamientos generará, con los meses y los años, una inercia cada vez más firme de la Observación Interna. Llegará a experimentar la profunda «petreidad» de la vacuidad, parecida a una firme piedra inamovible. Se sumergirá en el vacío que, de manera natural y espontánea, le trasladará al nuevo estado de conciencia que con seguridad se avecina: la Concentración Interior.