Son muchas las personas que buscan meditar tratando de atender el flujo respiratorio y sentir el desencadenante energético que el aire insufla al cuerpo. Incluso otros intentan atender la sensación energética que posteriormente recorre el cuerpo. La respuesta de bienestar físico se convierte en la certificación de la validez de dicha práctica, convirtiéndola en una ejercitación meditativa.
El desconocimiento de las bases meditativas convierte en permisivas situaciones que no tienen ni pies ni cabeza. Practicar involucrando sensaciones físicas y alternarlas sin orden alguno con expectativas mentales es un error muy frecuente.
Recrearse en el bienestar de una práctica respiratoria entremezcla la sensoriedad táctil del aire junto a la sensación de bienestar que produce. Podría no ser también bienestar sino esfuerzo, o sensación de agrado por tener buena salud. Finalmente, la combinación de mundos ideales y físicos lleva a que la práctica no sea conducente a nada válido, excepto a crear hábitos por refuerzo.
Es importante distinguir entre los mundos internos y externos, es decir, aquellos que contienen las ideas, por una parte, y la materia densa por otra. Ambos mundos están limitados por la presencia sensoria, por las funciones de los cinco sentidos. Cuando la atención se posa fuera, en el mundo externo, conformado por materia densa, debe estar situada en los objetos de sensación. Cuando la atención se posa dentro, en el mundo interior, conformado de sustancia ideal, debe situarse en el observador que advierte los pensamientos a la distancia hasta que estos se diluyen.
Lo que no se puede hacer es mezclar la atención de una u otra manera en ambos mundos, pues ello conlleva que la experiencia no sea conducente a la No-dualidad. Podrá efectivamente ser saludable, pero metafísicamente hablando es simplemente una práctica nula.