Tal vez la práctica más frecuente de todas las previas a la meditación es la relajación. Tiene que ver con situar la atención en la respiración y en diferentes lugares del cuerpo. El fin de la relajación es intentar ser conscientes de la tensión muscular e intentar soltarla vaciando la zona en cuestión.
La relajación es una técnica muy variopinta. Puede realizarse con el cuerpo pasivo o activo, y puede incluir apoyo de un tercero o no. La idea es manejar la tensión que produce la acción y soltarla situando conjuntamente la respiración y la atención en la zona conflictuada. El gran ingrediente es evidentemente táctil, y gracias a ello es sumamente efectiva.
El tacto es el único de los cinco sentidos que no requiere proyectarse mentalmente a través del espacio para llegar al objetivo deseado. Mientras que la vista, por ejemplo, necesita proyectar la atención a la distancia donde se encuentra el color y forma del objeto percibido, con el tacto es sumamente sencillo evitar este paso que a veces se realiza erróneamente con esfuerzo.
La relajación lleva exclusivamente al descanso físico. Es erróneo plantearla como practica meditativa, pues no tiene los alcances metafísicos que sí poseen las prácticas de conocimiento superior.
La meditación tiene que ver con un tipo especial de cognición donde la atención se posa sobre sí misma. En la meditación usamos a la misma atención que atiende.