No existe un universo consciente donde la experiencia dual salte y se convierta en No-dual; tampoco existe una forma de cognición dual que finalmente se deshaga y desaparezca para darle paso a la No-dual; pero menos aun existe una realidad No-dual que desaparezca alguna vez. Lo que existe son percepciones duales que coexisten con su esencia No-dual. Una correcta percepción no anula la dualidad, simplemente advierte la realidad No-dual de la cognición.
El truco para realizar un acto cognitivo y consciente No-dual es desalojar el sentido de diferenciación (“mío”, “yo”, “soy”) del acto mismo del conocimiento. Cuando la Conciencia, libre de la limitación impuesta por el sentido dual del sujeto diferenciado, asume por Sí misma la cognición de los eventos reales o ideales, el universo cambia su faceta perceptiva sin que cambie su naturaleza esencial, es decir, el mismo universo de eventos es conocido de una manera totalmente diferente a como se venía representando previamente, de forma análoga a como la descripción de la realidad onírica y de las reglas que se establecen en el sueño no son las mismas que en vigilia.
Así, la experiencia No-dual de la realidad se asimila a un despertar del sueño de la ilusoria dualidad: todos los eventos aparentemente diferenciados y duales previos de dicho “sueño” se reestructuran en el nuevo despertar de forma no-diferenciada. La experiencia más profunda y hermosa de la comprensión No-dual es el hecho de atestiguar que la Conciencia es un flujo ilimitado, ininterrumpido y simultáneo de Saber; que el universo mismo no es ajeno a quien lo conoce, y que la sustancia que lo conforma es aquella misma que es la base de quien lo observa.