Debes tener claridad sobre los cánones de las dos opciones que tienes para practicar, interna y externa. Cuando se realiza la práctica externa, la atención debe posarse sobre el objeto, en el caso de la respiración, tú debes “ser respiración”; por ninguna razón puedes observarla. Si observas la respiración, tu mente deberá hacer esfuerzo en sostener dicha cognición. En cambio, “ser respiración” implica menor esfuerzo cognitivo. A mayor esfuerzo, mayor sentido de diferenciación objeto-sujeto en la cognición. Dicho aumento del esfuerzo induce la aparición de pensamientos.
Cuando estás fuera, debe prevalecer el objeto observado, tu atención debe posarse en el objeto. Lo que vale en dicho momento es el objeto, no la interpretación que tú tienes de él. Si experimentas la respiración, debes abordarla con los cánones establecidos para convertirla en una experiencia estable y firme. Estos cánones implican necesariamente que tu atención ha de depositarse sobre la respiración, debes seguir el flujo respiratorio, debes notar cómo entra y sube la corriente de aire, debes estar atento a los procesos que allí operan. No puedes ser un ente externo que observa la respiración. No, porque ello es proclive a generar pensamientos.
Si estás sumergido en la respiración como puedes estarlo cuando te abstraes leyendo un libro o viendo una película interesante, implicado totalmente, otorgando la prevalencia del objeto sobre el sujeto, entonces tu práctica puede ser conducente a la obtención de estados de conciencia más firmes. La libertad que otorga estar percibiendo afuera correctamente implica la ausencia de “mí” en aquello que hago, siento o realizo. Si estás realmente sumido en la respiración, lo más seguro es que el estado te traslade a una simetría interior donde lo que está aconteciendo se refleja como vacío de pensamientos; allí sí hay un observador imparcial que experimenta dicho vacío.