Podemos convertir la acción, cualquiera que esta sea, en una herramienta favorable al desarrollo personal. Para ello debemos tener en cuenta una cosa que es sumamente importante: nuestros actos deben desencadenarse exclusivamente como reacciones al presente que acontece.
El presente se convierte en el ambiente primordial donde debe realizarse la acción. Nuestros sentidos y nuestra mente deben estar presurosos a reaccionar exclusivamente al presente. La mente debe focalizarse en lo que «está aconteciendo» y la memoria debe restringirse a sólo responder a lo que “el aquí y el ahora” solicite.
Nuestra mente y cuerpo deben acompañar al presente que sucede en el instante que acontece. Al levantarnos y asear el cuerpo, la mente debe estar en correspondencia con el cuidado que se requiere para hacerlo. Mientras nos duchamos, la mente debe estar acompasada al instante que lleva a sentir el agua, evitando a toda costa que discurra en otros sitios y situaciones que el momento no solicita. Mientras nos alistamos a salir a trabajar la mente debe, paralelamente, acompañar al vestirse y al desayunar. Los sentidos deben estar dispuestos exclusivamente al sabor de la primera comida del día y a la charla amena que se ofrece en dicho momento.
Así, instante tras instante, cuerpo y mente acompasados al presente reaccionan una y otra vez actuando y forjando miles de sentimientos y pensamientos. Todos ellos están permitidos si son reacción al presente que acontece. El presente otorgará instantes para descansar, reflexionar, sufrir e incluso aprender, pero cada momento se hace libre gracias a que la unidad mente-cuerpo reacciona exclusivamente a él.