Cualquier práctica meditativa es válida siempre y cuando ella se realice bajo un canon específico que te dirija verdaderamente a aquello que buscas. La base sobre la que se sostiene la práctica meditativa del Advaita es la percepción de la No-dualidad. Cualquier práctica que no ofrezca esta cognición y no busque este resultado no puede denominarse práctica meditativa.
La práctica no realizada correctamente lleva a un estado de percepción interior mental de sugestión, de visualización o de pensamiento que tiene que ver con la mente relacional y egoica. La práctica meditativa es un estado de percepción No-dual que puede lograrse mediante dos vías básicas: la vía externa, que nos lleva a percibir la información mediante los sentidos, o la vía interna, en cuyo caso no intervienen los sentidos para percibir los pensamientos. De ahí que se plantea la práctica interna y la práctica externa como herramientas de autoconocimiento.
La postura física en la práctica meditativa es importante solo en la medida en que el cuerpo tenga la suficiente comodidad para que no lo atrape la condición táctil de dolor debido a estar demasiado tiempo en quietud cuando se practica.
La posición, en sí misma, no es importante, pues finalmente la práctica meditativa se sustenta básicamente en que la atención se posa preferentemente sobre el testigo interno de la cognición, y no sobre los pensamientos que interiormente emergen. Sin embargo, es muy difícil situar la “atención sobre quien atiende” cuando el cuerpo molesta o cuando hay dolor. Para obviar esto, se sugiere una posición lo suficientemente firme y cómoda que también impida el sueño.
Debe ser una postura que invite a la práctica de la observación interior de forma clara, que no induzca desliz al sueño ni genere excesivos pensamientos. La postura física no es el objetivo final de la práctica, y menos aún de la práctica interna.