La continua identificación con la acción provee de permanencia a tu propia individualidad. El nexo entre una acción realizada y el potencial e inexistente futuro de consecuencias es denominado karma. En ambas temporalidades de pasado y futuro que experimentaste y experimentarás te verás asolado, en razón del karma, por el sentido de individualidad en todos tus procesos cognitivos. Por ello tu única salida a un mundo de dualidad constante, donde la cognición fluye entre los opuestos de placer y dolor, es el sendero del dharma. Mientras tanto, en los mundos duales, tu propia ignorancia te dotará de la creencia de que existes como un “yo”. Tan solo el cansancio, la desesperación de vivir en un mundo impermanente donde alternativamente dolor y placer fluctúan, te llevarán un día a explorar una nueva interpretación de vida, de una vida conducente a una realidad más estable y permanente. Dicha estabilidad se denomina No-dualidad. Allí, en esta nueva forma de cognición, el universo adquiere un desarrollo estable. En la experiencia No-dual las categorías de lo infinito, lo absoluto y demás entes ilimitados no son meros atributos teóricos, sino verdades henchidas de la experiencia que otorga una cognición carente de dualidad.
Para ti actuar sin sentido de identificación egoísta y sin apetencia por el resultado de la acción es prácticamente imposible, pues presupones como axioma básico de tu propia realidad que la existencia se asocia a la individualidad que otorga experimentar tu cuerpo o tu mente. El concepto individual de “yo soy un cuerpo” o “yo soy una mente”, impiden una interpretación diferente de ti mismo y del mundo que te rodea. Tu falsa identificación es similar a los erróneos juicios que asumes como válidos mientras duermes. Allí, mientras sueñas, asumes tu individualidad como real y al mundo que te rodea lo aceptas tácitamente como válido e independiente de ti mismo. Mientras duermes, nadie puede convencerte de que el mundo que experimentas es ilusorio, es decir, de que el sueño no tiene realidad por sí mismo. Sin embargo, al despertar, las certezas que antes te acompañaban y la validez de los juicios oníricos se desmoronan ante la certeza de la realidad que implica regresar a la vigilia.