Artículo publicado en revistaquialia.com, revista 0, año 2006 (revista semestral, Bogotá-Colombia)
Occidente posee una manera muy peculiar de escrutar el mundo: mediante el intelecto se intenta particionar la realidad en incontables categorías, con el fin de encontrar el elemento base común a todas ellas. La búsqueda occidental está enmarcada por innumerables pensadores que, desde las primeras épocas griegas del presocrático Tales de Mileto, han intentado infructuosamente encontrar “lo común en lo diferente”.
Así mismo, Oriente, en su afán de comprender la realidad en la que se encuentra naturalmente inmerso, ha dirigido sus pesquisas en otra dirección: evita sustentarse en el sentido de la “parte”, e intenta integrar los diferentes constitutivos del mundo y del hombre en un modelo intelectivo consistente que ofrezca el sentido de un “todo”.
La especulación occidental en el terreno de la filosofía y, específicamente, en el ámbito de la metafísica, como sistema de acercamiento a la “verdad”, ha repercutido en la sociedad marcando un camino exclusivamente teórico; la investigación teórica intenta explicar de manera racional el mundo sin dejar campo a que las conclusiones deban tener necesariamente una contrapartida práctica, es decir, un componente empírico mediante el cual los resultados metafísicos puedan ser contrastados. Ello lleva, necesariamente, a “batallas campales” entre divergentes ideas sin que ninguna precipite una definitiva relación entre teoría y práctica.
La metafísica oriental, al igual que su epistemología y ética, están encaminadas a una obligatoriedad práctica de los postulados teóricos. Cualquier divergencia entre la “idea” y su represtación “formal” queda excluida inmediatamente por inconsistente. Eso lleva a que la filosofía oriental deba poseer una explicación práctica a los problemas más abstractos que el hombre deba enfrentar; los varios postulados que las grandes tradiciones orientales han logrado plasmar, durante centurias de estudio, encaminan a sus practicantes un similar planteamiento: la búsqueda interior como elemento básico para entender y compaginar el mundo externo.
La No-dualidad, como idea filosófica, ha sido acuñada en oriente por la tradición hindú y ha evolucionado desde las insinuaciones desarrolladas en los antiguos textos védicos, hasta las inteligentes interpretaciones metafísicas expuestas en los Upanishads . Se le debe al gran filosofo hindú Sankaracharya la exposición detallada del término No-dualidad, dentro de un contexto filosófico denominado Vedanta Advaita o Conocimiento Final No-dual.
Definición
La No-dualidad postula que ninguno de los diversos constituyentes del mundo que la mente humana es capaz de interpretar son esencialmente Reales. El hecho de advertir, mientras se conoce con sentido de diferenciación entre conocedor y conocido, imposibilita, por definición, la experiencia de lo Real. La dualidad en la que se haya inmersa la mente modifica la naturaleza de los objetos conocidos, introduciendo un margen de “irrealidad” o “ilusoriedad” a la cognición; o como plantearía la física cuántica: el observador, por ser ajeno a lo observado, modifica la naturaleza del objeto, introduciendo un matiz de “incertidumbre” en el experimento.
Es importante anotar que lo Real no es aquello que se experimenta por la simple apreciación consciente individual, tal como no son “completamente reales” las experiencias, situaciones y sustancia que conforman el estado onírico. De igual forma, la representación consciente del mundo vigílico no es Real por el simple hecho de atestiguarla sensoriamente, pues sobre un objeto existen variadas representaciones, y cada objeto cambia en el entorno espacio-tiempo.
En cambio, lo Real sólo puede ser advertido por una modalidad especial de perceptor que tiene la capacidad de experimentarse no-diferente de aquello que conoce; es decir, donde perceptor y percibido no se experimentan diferenciados. La No-dualidad es irreductible por cualquier vía teórica; es una apreciación que únicamente puede ser experimentada cuando el observador pierde su calidad de diferente a lo conocido.
Así entonces, para el Vedanta lo Real no implica un tipo de objeto ideal o material que participe de una naturaleza “real o verdadera”, tal como puede ser Dios o la Belleza, sino del logro de un tipo de modalidad de percepción en el que la diferenciación entre observador y observado se presenta desvanecido.
Por ello, y para instaurar una modalidad de cognición Real o no-difenciada, es necesario fracturar la representación dialéctica que la mente realiza al interpretar el mundo ideal o material.
El fundamento de la reeducación de la percepción, para adecuarla a este tipo de realidad No-dual, introduce a un tipo de prácticas medianamente conocidas en Occidente, y a las que suelen denominarse Meditación.
Naturaleza de la Meditación
El objetivo de la meditación no es la obtención, por un practicante con conciencia individual, de un estado interior especial, sino incluir de manera simultánea la percepción de la totalidad del mundo en quien lo observa o, lo que es lo mismo, de un observador convertido simultáneamente en la totalidad del mundo que conoce.
El fundamento de la práctica meditativa se sustenta en la representación que la mente hace de un evento cualquiera acontecido en el Presente, sin relacionar dicha información con cualquiera otra cuyo origen tenga como sustento el Pasado o el Futuro. Esta percepción totalmente aséptica, carente de memoria, sin relación o asociación dialéctica, resquebraja el sentido de diferenciación que sostiene la percepción dual y traslada la cognición a una experimentación carente de diferenciación entre Sujeto y Objeto.
Dicha no-diferenciación entre Sujeto y Objeto produce una inenarrable experiencia de vida plena que, sin necesidad de ser relacionada con la historia del conocedor, permite participar de un sentido de libertad incuestionable, pleno y absolutamente atemporal.
Denominamos a la cognición como No-dual cuando el perceptor se reconoce no diferenciado de aquello que conoce.
La Meditación como forma de vida
Equivocadamente se asume que la práctica meditativa excluye al ser humano de la cotidianidad de la experiencia, impidiendo una vida “común y corriente” a causa de la “leve vaguedad” en que la mente supuestamente se encuentra. Nada más erróneo. La meditación correctamente practicada se asocia a una corriente de atención continua, en la que únicamente se experimenta la intensidad del “aquí y el ahora”.
No existe otra forma de vida más viva y con mayor sentido de realidad respecto al mundo y la acción. Ha de entenderse que, mientras cualquier individuo se encuentre absorto en la atención plena a un objeto cualquiera del Presente, jamás podrá reconocerse como diferenciado de lo conocido; al contrario, el sentido de diferenciación que el individuo vislumbra se asocia a una actividad que implica un proceso discursivo racional respecto a lo que conoce. De tal manera, la dualidad emerge a la conciencia humana tan sólo a causa de que el perceptor introduce su propia historia en la cognición. El vislumbre de memoria, asociado y sobreimpuesto al Presente, provoca sentido de diferenciación entre observador y observado.
La práctica de la meditación ofrece una forma de vida más atenta y más plena, y sin la inoficiosa actividad histórica que siempre distrae al individuo posándolo constantemente en los mundos de la fantasía y la imaginación. La práctica de estar atento constantemente al Presente permite al experimentador estar mucho “más aterrizado” en el mundo, pues no existe nada diferente en su cognición a aquello que “está aconteciendo”.
Modalidades de practicas meditativas No-duales
Existen dos mundos de los que es posible ser consciente: Interno y Externo. El mundo Interno incluye toda aquella información que es interpretada por la mente sin la intervención de los cinco órganos de los sentidos; esencialmente nos referimos a los pensamientos, sentimientos, emociones y pasiones. El mundo Externo incluye toda información que la mente es capaz de interpretar mediante la intervención de los cinco órganos de los sentidos, es decir, todo el universo material: estrellas, sonidos, viento, etcétera.
La práctica meditativa interna es la más conocida en Occidente. Requiere inicialmente de la desconexión sensoria y, por lo tanto, de una postura quieta y relajada. Se busca situar la atención en el observador mismo y no en lo observado (pensamientos).
La práctica interna se sostiene en el hecho de que ser consciente de estar pensando corta el pensamiento, introduciendo un estado de atención expectante. Dicha actividad consciente expectante interior permite estar atento al mundo interior que acontece entre “pensamiento y pensamiento”, es decir, el observador interno atiende la “muerte” del pensamiento y permanece expectante antes del “nacimiento” del siguiente pensamiento.
El espacio entre pensamientos se convierte en el trampolín que permitirá, más adelante, tener una experiencia no-dual gracias a que el observador se atestigua a sí mismo y, simultáneamente, es consciente de atestiguar lo observado, es decir, el observador es simultáneamente observador-observado .
A su vez, la práctica meditativa externa tiene como sustento el hecho de que, al observar el mundo con atención, el perceptor desaparece como agente independiente de la cognición. Para entender dicha afirmación, basta experimentar el mundo con “sorpresa”, “novedad” o “asombro”, tal como los niños continuamente lo experimentan.
La disolución del sujeto, en el universo externo, mientras se realiza la práctica externa, provoca una respuesta automática del sistema que actúa, sin que exista interferencia por parte del “yo”. Ello implica una acción más eficiente y una capacidad de respuesta más “natural” e inteligente, siempre acompañada de un flujo ininterrumpido de atención.
Conclusiones
La No-dualidad, aparte de ser una exquisita representación teórica plena de elegancia intelectiva, posee una condición práctica completamente experimentable.
La No-dualidad reformula el análisis de los estados de conciencia y permite explicar claramente la modalidad de cognición que opera en cada uno de ellos.
El modelo de la No-dualidad posee la virtud de ser sostén para interpretar las más modernas teorías que existen en el ámbito de la física cuántica, gracias a que la naturaleza de la conciencia no posee necesariamente una representación individual, sino una naturaleza independiente de la propia actividad dialéctica de la mente.
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Sobre el autor:
Sesha, nacido en Colombia, cursó estudios de Ingeniería y posteriormente de Filosofías Orientales. Actualmente es conferencista internacionalmente reconocido sobre Meditación y Filosofía Vedanta Advaita. Dicta conferencias y seminarios sobre el tema en varios países de América y Europa. Entre sus obras se encuentran: La Búsqueda de la Nada, Grial, 1998, Colombia; El Eterno Presente, Grial, 1999, Colombia; La Paradoja Divina, Gaia editores, 2002, España; Los Campos de Cognición, Gaia editores, 2003, España; El Drig Drsya Viveka, Una Discriminación sobre la naturaleza del Perceptor y lo Percibido; Gaia editores, 2004, España; a su vez, ha escrito variados artículos en las más importantes revistas especializadas. Dirección de contacto: nagasesha@hotmail.com
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Sobre Sri Sankaracharya:
Nacido en el siglo VII después de J.C. en la ciudad de Kaladi, una villa situada en la costa oeste de la India, fecha en que tanto el Budismo como Hinduismo se encontraban en franca decadencia.
Su corta vida, 33 años, no fue impedimento para viajar desde muy joven por toda la India y enfrentarse en controversia dialéctica con los más afanados filósofos de las variadas escuelas de pensamiento de aquella época. Después de vencerlos a todos, instauró nuevamente la idea de la No-dualidad como base ideológica que promulgan desde antaño los más antiguos Upanishads o textos sagrados.