En la física existe un término denominado “simetría” que intenta explicar la
invariancia de un sistema cerrado, aduciendo que las fuerzas de la naturaleza
(gravitatoria, electromagnética, nuclear fuerte y débil) son tan sólo los
elementos compensatorios que, sin importar el dinamismo que se presente en
un sistema cerrado, mantienen el equilibrio ante el cambio en las variables de
estimación (variables medibles) que operan en dicho sistema cerrado.
El concepto de simetría está íntimamente relacionado con las fuerzas de
conservación de la naturaleza. La segunda ley de la termodinámica establece
por ejemplo, que la integral cerrada de calor de un sistema cualquiera siempre
es constante. Sin importar el dinamismo que se presente en un sistema
cerrado, la invariancia total del campo lleva a asumir que los diversos cambios
que acontecen en él son expresiones simétricas que tan sólo operan para
equilibrar y compensar la interacción de las variables en concurso.
Es evidente, entonces, que las fuerzas de la naturaleza son variables
universales independientes que actúan como expresiones simétricas que hacen
parte del entramado mismo de las variables medibles estimadas que cambian
en el sistema. Dichas fuerzas de la naturaleza se presentan, por tanto, como
parte de una red de interacciones que danzan al unísono impulsando el
equilibrio y la invariancia de los sistemas cerrados.
En la filosofía oriental existe un concepto que describe la realidad y la
cognición con una idea similar a la que plantea la física acerca del dinamismo
en los campos cerrados, y que relaciona estrechamente los eventos de forma
integrada, manifestando también una tendencia a la unidad e invariancia del
sistema cognitivo. Nos referimos al concepto de No-dualidad.
La No-dualidad es un continuo de Conciencia no-diferenciada cuya
naturaleza se presenta activa en los entes individuales, que permite la
interacción cognitiva entre ellos e interconecta simultánea y ubicuamente cada
uno de los componentes de dicho sistema, de tal forma que la suma total de
eventos acontecidos en él siempre es constante, al igual que ocurre en las
grandes leyes de conservación de la energía que la física teórica plantea. La
No-dualidad establece así una forma de realidad en la cual los eventos
constitutivos que son parte o se conforman como un todo en un sistema
cognitivo, y que ejercen un incesante cambio relativo en el sistema, finalmente
y por simetría de su naturaleza no evidencian cambio alguno en la globalidad
de dicho sistema.
La conciencia individual tal como los humanos la experimentamos tiene, en
razón del pensamiento oriental, otra condición adicional de receptáculo de un
“yo”, y es la de integrar cognitivamente todo el universo de análisis que puede
ser pensado.
Las variables de estimación en la No-dualidad tienen que ver con los
procesos intelectivos y, específicamente, con los procesos mentales que
operan en el momento mismo de la cognición. Cuando la mente emprende su
actividad dialéctica al interactuar con el entorno, se pone en movimiento una
serie de leyes compensatorias cuyo fin esencial es plantear un sentido de
invariancia en el sistema cognitivo cerrado escogido teóricamente, sea éste un
individuo o una colección de éstos; son las ideas denominadas maya y karma.
Estas son las leyes universales, las grandes “fuerzas” o actividades simétricas
que se ponen en movimiento al “pensar” y que emergen para equilibrar las
variables de estimación en los campos cognitivos cerrados y así dotar al
sistema general siempre de equilibrio.
De este modo, ante la representación cognitiva que ofrece un evento
independiente en el sistema, como es el “yo”, y su permanencia en el marco
espacio-temporal, la presencia de las fuerzas compensatorias universales
ideales de maya y karma hacen que el universo cognitivo, sin importar cual
sea su interpretación, jamás haya cambiado ni cambiará.