No pudiendo cambiar los eventos materiales presentes, nos referimos entonces ahora a nuestras reacciones mentales, y estudiamos si tenemos la capacidad de crear y modificarlas en cualquier momento por voluntad.
El ser humano cree que decide y asume que su voluntad es el motor de la acción. Voluntad implica la presencia de un sujeto. Todo acto volitivo involucra a alguien que impulsa la acción hacia un objetivo específico. El Advaita plantea que cuando la acción y su ejecutante se interrelacionan y se encadenan mediante el sentido de apropiación y la apetencia del fruto de la acción, entonces se genera karma. Karma es el resultado de realizar una acción impulsada por un acto volitivo cuya base es la intencionalidad. Karma es el nexo de intencionalidad entre actor y acción. Mientras exista un yo hay karma en cualquier acción física o mental que se realice. Karma relaciona actor y acción, induciendo la continuidad del sentido egoico.
La respuesta mental a cualquier acto realizado por un yo se basa en los hábitos mentales adquiridos y reforzados. La mente se afianza en lo conocido y genera, mediante el reforzamiento de un tipo especial de respuesta, hábitos mentales. Finalmente la respuesta a un evento y la voluntad que se desprende como impulso de reacción a dicho evento vienen igualmente de tendencias y condicionamientos pasados. Como el pasado no se puede cambiar, la voluntad y la intencionalidad son tan solo una simple respuesta habitual. Los hábitos mentales solo llevan a forjar y mantener el sentido de individualidad, pero no producen una respuesta independiente de la historia.
La única respuesta libre de historia, y por ello independiente, es el dharma, la respuesta a la acción que no involucra al sentido egoico. La única libertad existente es la de identificarse o no con la acción, mas no existe libertad alguna en la acción, pues quien se cree actor es simplemente el resultado del mismo pasado que lo conforma y que él recuerda.