Mientras algunos pensadores occidentales ocupan su tiempo en afianzar la cambiante y amañada ética buscando modelos costumbristas cada vez más estables, los orientales tan solo se preocupan por identificarse o no con la acción, lo cual induce karma o dharma respectivamente.
Una parte de la ética occidental ve en las buenas acciones la salvación posterior del alma y en las malas el eterno e infernal castigo. Los orientales, sin embargo, lo que destacan como significativo es la identificación del sujeto con la acción, en cuyo caso aparece o no el karma, a saber, el impulso generador de vida, de muerte y renacimiento en incalculables ciclos y, por supuesto, la continuidad de la mente y de su sed de pertenencia en forma de egoencia.
Para algunos sistemas occidentales, la meta de la vida y de las acciones radica en la consecución del equilibrio social y en la obtención de una conducta estable, a lo cual se suma la posterior salvación eterna después de la muerte. Para el Advaita, sin embargo, la meta de la vida y el porqué de la acción reside en el reconocimiento de la identidad entre individuo, jiva y la conciencia No-dual, Brahman, que otorga la continua experiencia No-dual. Para ello basta detener y deshacer al precursor de la dualidad, el ”yo”, que en su afán de prevalecer induce por su propia ignorancia1 la identificación con la acción.