Estudiante: Tengo 39 años y desde mi adolescencia busqué ayuda para comprender el dolor en mi vida. La única pregunta que me hacía era: ¿qué he hecho para desear morir antes que seguir viviendo con el dolor que me causa el mundo de mi entorno, familia, profesores y compañeros? Ahora, después de 20 años, sigo teniendo la misma pregunta y el dolor permanece. Aunque tengo más conocimiento de cómo funciona la mente gracias a los métodos de autoconocimiento a mi alcance, no he llegado a la comprensión que supongo debo alcanzar cuando leo las enseñanzas del Advaita.
Sesha: Tu historia se restringe al pasado. No existe más salida al sufrimiento que a través de la comprensión profunda que otorgan el saber o el amor. Luchar con tu pasado o tu futuro implica enfrentarte a un gigante que siempre te vencerá. No tienes que caminar sobre tus propias huellas una y otra vez. Perdona tu pasado y mira la vida sin culpa ni violencia. Eres forjadora de tu silencio interior. ¿Sabes qué hay entre cada pensamiento que tienes, no importa si estos son violentos o audaces? No te quedes en tu historia, más bien revisa tu interior y deslízate en el silencio delimitado por un pensamiento que muere y el siguiente que aún no nace.
Estudiante: Comentas que los choques con los que se enfrenta un niño en su espacio familiar y social acaban dividiéndolo en muchas fracciones, pero ¿es posible ayudarlo a no fraccionarse o es inevitable?
Sesha: La ruptura psicológica se origina en innumerables ambientes que ningún padre puede llegar a controlar. Por ello, la única opción lógica es preparar a un niño a enfrentar el dolor y el sufrimiento. El modelo básico de funcionamiento lo otorga el hogar y es allí donde deben darse las bases educativas esenciales para gestionar la mente y sus diversas funciones.
Estudiante: ¿Cómo se prepara a una mente infantil para el dolor cuando la tendencia de la mente humana es a escapar de él?
Sesha: Es importante situarse en la realidad infantil. Ellos no responden como nosotros, tienen otras prioridades, otras necesidades. Puedes ayudar mucho al niño permitiéndole simplemente expresarse sin sentirse juzgado, acompañándolo ante el dolor y el sufrimiento o tratando de que siempre busque comprender la razón de lo que ocurre. Debes indagar en la mente infantil y notar que el dolor no es causa sino consecuencia de eventos que incluso como padre desconozcas.