La mente forja hábitos de conducta que nos llevan a reaccionar de una forma previamente definida. Los condicionamientos psicológicos o genéticos llevan a un encadenamiento mental que desemboca en un tipo peculiar de comportamiento: tal como sean los hábitos mentales así es el hombre. En realidad, la mente del ser humano es un compendio de hábitos mentales que interaccionan dinámicamente gracias al impulso de la actividad volitiva de la mente (ahamkara). El refuerzo que otorga pensar y sentir continuamente sobre similares eventos, o respecto a las conclusiones cognitivas que de ellos hacemos, nos lleva a adoptar una respuesta comportamental inequívoca y siempre adecuada a condicionamientos ya establecidos.
Realmente en el ser humano no existe libertad de decisión, pues a cada instante sus escogencias están impregnadas del sabor de los condicionamientos previos que los hábitos mentales le han impuesto por el continuo refuerzo de su actividad volitiva. Sin importar qué hagamos, la escogencia va en dirección de un gusto previo, de un miedo que lleva a una dirección específica o de un condicionamiento genético que impide decidir con libertad. Hay solamente tres eventos que están más allá de cualquier opción mental y, por ende, son libres ya de por sí y de cualquier interpretación mental: el amor, la comprensión y el acto mismo de la existencia.
El refuerzo constante, esto es, los pensamientos acuciosos y cíclicos terminan por conformar un eslabonamiento de interpretaciones mentales y a forjar hábitos mentales cada vez más intensos; se afianzan en la medida que continuamente se recuerdan. Dichos hábitos se convierten en patrones comportamentales; finalmente, somos los hábitos más comunes. Dichos pensamientos comunes llevan a interpretar la realidad de una manera que frecuenta lo conocido y el camino más seguro de nuestro comportamiento. Los hábitos mentales pugnan por aflorar en la esfera consciente una y otra vez. La constante lucha entre cada pensamiento o entre hábitos mentales por sobrevivir y aflorar en la esfera consciente lleva al caos mental y al desgaste físico. La tendencia a la inercia conforma la razón de ser de la memoria y de la constitución y permanencia de cualquier condicionamiento y hábito mental.